¿Por qué los
científicos y la ciencia en general tienen tanto prestigio? A pesar de
algunos sonados casos de fraude científico, según algunos sondeos, cada vez
más gente se interesa por la ciencia y la tecnología. Sin embargo, nosotros
nos preguntamos: ¿realmente el ciudadano común conoce cómo se fabrica el
conocimiento? Teniendo en cuenta
esto, analizaremos una escuela que propone
un análisis de primera mano del trabajo de los científicos. Nos referimos a
los estudios de laboratorio. Un enfoque inspirado en la metodología que
utilizan los antropólogos para conocer otras culturas. Para ello,
analizaremos las posturas de Bruno Latour & Steve Woolgar y Karin Knorr-Cetina
en relación a tres ejes: el carácter contextual del conocimiento, la
separación entre lo cognitivo y lo social y el poder de la retórica como
herramienta de persuasión. Esperamos que este breve trabajo ayude a
desmitificar el trabajo de los científicos y contribuya a tener una visión
más realista de la ciencia.
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Intro
A menudo se
habla de la percepción que tiene el ciudadano sobre los políticos o los
empresarios. De hecho, según el último barómetro del CIS, la clase política constituye
el principal problema que sufre España para uno de cada cinco españoles(Centro de
Investigaciones Sociológicas, CIS, 2011). Los medios de comunicación
inundan sus portadas con encuestas sobre la valoración de los consumidores en
relación a la economía o la política e, incluso, se indaga cada vez más sobre
las prácticas culturales de los ciudadanos. Sin embargo, poco sabe el ciudadano
común sobre la ciencia y más concretamente sobre el proceso de construcción del
conocimiento.
Es curioso
destacar que los científicos constituyen la fuente de información mas fiable
superando incluso a los propios amigos y a los periodistas(Scientific
American, 2010).
Sabemos poco sobre ellos e investigando un poco sobre la percepción ciudadana
hacia la ciencia y la tecnología en España y en el mundo (sí, investigando un
poco, no es información que esté a la carta como el índice de inflación) vemos
que, de acuerdo a los datos de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología,
el interés por la ciencia y la tecnología en España aumenta con los años (36%
de los encuestados reconocen estar interesados en 2010 frente a 33% en 2006),
además, casi la mitad de los españoles piensa que la profesión de científico
tiene un alto reconocimiento social (el 45% de los entrevistados). Asimismo, el
porcentaje de visitantes a museos de Ciencia y Tecnología en España no para
aumentar desde el año 2000, pasando del 2,8% del total de visitantes a museos a
casi el 9% en 2010(Ministerio
de Cultura, 2011).
Parecería ser
que los casos de fraude científico que aparecen en los medios de comunicación
no calan en el gran público, o por lo menos, no influyen en la percepción
ciudadana hacia la ciencia
(por lo menos en Espa
ña). Ni siquiera los libros que han proliferado
sobre las malas prácticas científicas parecen influir en la imagen de los
científicos
(sobre
todo de autores anglosajones).
Y nosotros no
podemos dejar de preguntamos: ¿Cuál es el secreto de esta buena imagen? ¿Porqué
los científicos y la ciencia en general tienen tan buena prensa? ¿Sabemos
realmente qué es lo que hacen los científicos? ¿Realmente el ciudadano
comprende cómo los científicos construyen el conocimiento?
Algunos
científicos sociales como Bruno Latour o Karin Knorr-Cetina han dedicado buena
parte de su carrera a intentar responder a esta pregunta y, en base a esa
premisa, se han propuesto desvelar qué es lo que verdaderamente hacen los científicos.
Concretamente, lo que se proponen es “penetrar en las cajas negras y obtener
observaciones de primera mano acerca de la actividad diaria de los científicos”(Latour, 1983).
Este breve
ensayo pretende echar un poco de luz sobre los llamados “estudios de laboratorio”
y sobre el proceso de fabricación del conocimiento. Por supuesto, no es un
estudio exhaustivo: solamente nos remitiremos a reflexionar sobre algunos
aspectos interesantes que plantea este enfoque tomando a dos autores de
referencia en el tema: por un lado el ya mencionado Bruno Latour y su
experiencia en un laboratorio del Instituto Salk en California y, por otro lado,
analizaremos la experiencia de Karin Knorr-Cetina en un instituto de
investigación microbiología y proteínas en California
.
Numerosas son
los temas que tocan estos autores. Por cuestiones de espacio y tiempo no nos
detendremos en todas. Solamente destacaremos tres sin que esto lleve a pensar
que no hay asuntos más importantes. Simplemente hemos querido echar luz sobre
tres ejes que recorren toda la obra de estos autores en relación con la génesis
y el proceso de fabricación del conocimiento.
El primer eje
tiene que ver con el carácter contextual del mismo. A los curiosos de la ciencia estos aspectos
les resultarán más que interesantes. ¿Quién no se han preguntado alguna vez
cómo se le ocurrió a Edison la bombilla? Incluso los fanáticos de lo banal, se
podrían preguntar ¿qué ropa llevaba Einstein mientras investigaba? O ¿cómo
andaba de pelas? Pero señores, no piensen que Bruno Latour o Karin Knorr-Cetina
estaban movidos por este tipo de frivolidad. Tenían metas más profundas como
transformar de lleno la sociología de la ciencia. Ya lo veremos mas adelante.
El segundo eje
a destacar es la profunda critica de estos autores a la distinción que se hacía
hasta entonces entre lo social y lo cognitivo. Además, veremos porqué de
acuerdo a este enfoque, los sociólogos mertonianos de la ciencia estaban
equivocados (por no hablar de los epistemólogos). A través de sus respectivas
experiencias en el laboratorio nos mostrarán porqué, metidos en plena faena de
laboratorio, los componentes sociales y puramente científicos se mezclan de
forma irremediable.
El ultimo
apartado trata sobre un tema que no solo atañe a las ciencias naturales sino
también a las ciencias sociales como la economía y nos referimos al papel que
juega el lenguaje y la retórica como elementos de persuasión en el proceso de
construcción del conocimiento. Esta, consideramos, que es una de las nociones
mas importantes para comprender el proceso de construcción del conocimiento científico.
Hoy en día, los articulos científicos son la ventana de la ciencia al mundo. Y
aquí puede radicar la clave de la buena imagen de la ciencia.
Esperamos que
este breve ensayo ayude a reflexionar sobre el conocimiento científico que se
fabrica hoy en día y sobre la imagen que proyecta en la sociedad. En ese
sentido, los estudios de laboratorio nos pueden ayudar a desmitificar la figura
del científico y de la ciencia en general.
Pero antes,
para situar al lector, comenzaremos este ensayo relatando brevemente en qué
consisten los estudios de laboratorio y en qué contexto surgen.
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Imagen bajo licencia CC- Silvia Zuleta Romano |
A menudo, se
ha reflexionado sobre el proceso de construcción del conocimiento científico.
Mucha de esa reflexión tradicionalmente venía del campo de la filosofía y no
había discusión al respecto. Lo que los epistemólogos planteaban era que los
científicos, dejando de lado su idiosincrasia, eran capaces, mediante la
aplicación del método científico, de plantear teorías, contrastarlas o
falsarlas sin que tenga lugar ningún tipo de conflicto de intereses. Incluso
Robert K. Merton, padre fundador de la sociología del conocimiento, aunque fue
el primero en estudiar la ciencia como institución social, su escuela
consideraba al conocimiento científico una caja negra impenetrable en la que el
análisis sociológico no tenía cabida(Lamo
de Espinosa, 1994).
En este sentido, el conocimiento se encuentra en una posición que lo hace
intocable a las manos humanas, incuestionable cuando hablamos de conocimiento
verdadero.
Como veremos más adelante, esta será una de
las críticas mas escuchadas por parte los teóricos de los estudios de
laboratorio en torno a este autor. Pero no solo esa: los estudios de
laboratorio pretenden demostrar que la tesis de CUDEOS también estaba
equivocada al considerar poco realista los valores y normas de los científicos
que plantea Merton (Comunismo, Universalismo, Desinterés, y Escepticismo
organizado). Veremos cómo los teóricos de los estudios de laboratorio postulan
que las luchas de poder y el oportunismo gobiernan las acciones de los
científicos y cómo estas determinan el proceso de construcción del conocimiento
científico.
Pero para
llegar a estas conclusiones, tuvo que suceder un cambio de visión importante: la
aparición de la obra de Kuhn. La
estructura de las revoluciones científicas constituyó el golpe definitivo
al positivismo lógico y abrió la puerta a una serie de cuestionamientos desde
el ámbito de la sociología que se plasmaron en una variedad de corrientes
sociológicas mas próximas al relativismo. En palabras de Lamo de Espinosa,
“lo crucial en la explicación de Kuhn
del cambio científico es que las revoluciones de este tipo no se explican
solamente mediante la lógica y la experimentación sino que precisamente lo que
permite calificar de tal modo el cambio de paradigma se encuentra en los
criterios externos o no racionales (no equiparables sin más con la
irracionalidad).”(Lamo de Espinosa, 1994, p.496).
El cambio de
paradigma, de acuerdo a este autor, se da en dos planos: uno sociopsicológico y
otro político.
Una de
aquellas corrientes que surgieron con fuerza, luego de la aparición de la obra
de Kuhn, fue la del Programa Fuerte nacido en la Universidad de Edimburgo de la
mano de Barry Barnes en la que se postulaba una serie de requisitos que debía
tener la sociología de la ciencia: causalidad, imparcialidad, simetría y
reflexividad. Estas condiciones, veremos mas adelante, allanarán el camino a
las corrientes que surgieron con posterioridad entre las que se encuentra los
estudios de laboratorio. Especial atención debemos poner en el requisito de la causalidad ya que hace referencia a la
necesidad de dotar a la ciencia de un contexto en su explicación de las
creencias científicas. Este punto va a
ser crucial para poder entender los estudios de laboratorio. Tanto Bruno Latour
como Karin Knorr-Cetina defienden esta tesis y pretenden demostrar a través de
su trabajo de campo que el contexto es clave para entender la producción del
conocimiento científico.
Lo último que
tenemos que señalar en relación al
Programa Fuerte es que inicia una nueva sociología del conocimiento en la que
las ciencias sociales tienen un papel muchos mas relevante en el estudio de la
ciencia que la epistemología. Veremos mas adelante que este es un aspecto
compartido por muchas de las corrientes relativistas que surgieron después del
Programa Fuerte. Los estudios de laboratorio no son la excepción. Casi podríamos
decir que el ataque a los epistemólogos es frontal y descarado, por lo menos en
lo que al método científico se refiere. Esta nueva sociología del conocimiento
que se inicia con el Programa Fuerte propone una nueva mirada sobre la ciencia
en donde no se puede prescindir de la cultura en la explicación de las teorías
científicas(Lamo
de Espinosa, 1994).
Sin embargo,
hubo que esperar al final de la década de los setenta y principios de los
ochenta, para que surgieran otras orientaciones más relativistas que implicaran
un cambio metodológico importante como los estudios de laboratorio cuyos
defensores postulaban la necesidad de estudiar la ciencia mientras se “cocina”
y no la ciencia ya hecha.
En este
sentido, el laboratorio pasó a ser el principal objeto de estudio. Pero lo
interesante fue que se tomó como referencia principal el trabajo que realizaban
los antropólogos cuando estudiaban otras civilizaciones. Esta sociología
llamada constructivista
“se propuso, pues, abrir la caja
negra, mostrar su contenido y ponerlo en relación con el contexto (social,
institucional, político, cultural) en el cual está inserta. Y los laboratorios
debían constituirse en el sitio ideal
para abrir la caja negra.” (Knorr Cetina, 2005, p.27).
Como veremos
más adelante, los estudios de laboratorio pretenden mostrarnos el carácter
cotidiano de la ciencia en donde reina, como en otros ámbitos, el conflicto y
el oportunismo. Karin Knorr-Cetina y Bruno Latour nos muestran una ciencia que
se parece, por momentos, mucho más a una telenovela que a un grupo de
científicos decidiendo racionalmente y lo hacen haciendo uso de la
antropología.
Como
comentábamos antes, cuatro autores de forma casi simultánea se adentraron en
los laboratorios con el objetivo de desentrañar la manufactura del conocimiento
científico. Esto sucedió a fines de la década de los setenta y tenían como
metodología principal tomar nota detallada de la vida del laboratorio. Pero
cuando hablamos de “tomar nota detallada, nos estamos refiriendo a prestar
atención a absolutamente todo, desde los discursos de los científicos hasta
conversaciones informales que a lo mejor a priori no tienen interés científico(Knorr
Cetina, 2005).
Pero es que, en el marco de los estudios de laboratorio, todo es relevante.
Todo tiene interés científico.
En realidad,
no contamos con muchos antecedentes, de hecho Bruno Latour y Steve Woolgar relatan que, antes de que
empezaran su estudio de laboratorio, no existía ningún libro que describiera de
manera profunda la práctica de los científicos. Del mismo modo, Karin Knorr-Cetina
también considera que no hay estudios anteriores de esa naturaleza por lo que,
de alguna manera, estos autores se encuentran abriendo un nuevo camino. Pero
¿qué hicieron exactamente Latour & Woolgar y Knorr-Cetina?
Empecemos por
el más conocido. Bruno Latour y Steve Woolgar realizaron su trabajo de campo en
el Instituto Salk en California en un laboratorio de neuroendocrinología. Latour, filósofo de profesión, había tenido la
oportunidad de trabajar en Costa de Marfil muy de cerca con antropólogos. La
experiencia de trabajar de cerca con la población nativa le sirvió para darse
cuenta de que la manera en que los antropólogos trabajaban le podía servir para
comprender mejor la naturaleza del conocimiento.
Así, su
estudio sobre el laboratorio lo llevó al Instituto Salk en California a
estudiar de primera mano la construcción del conocimiento científico. ¿De qué
manera? Siendo parte del laboratorio, conviviendo a diario con los científicos
y metiéndose en profundidad no solo en el trabajo estrictamente científico sino
también observando sus conversaciones tanto formales como informales. Bruno
Latour se transformó, por espacio de dos años en una suerte de paparazzi-reportero de los científicos de ese
laboratorio. Es decir, se transformó en un antropólogo de la ciencia que se
propuso estudiar a los científicos con el mismo cuidado que los “etnólogos
ponen cuando estudian otras culturas.”(Latour
& Woolgar, 1996, p.10).
Producto de ese trabajo y, en colaboración con Steve Woolgar, Latour plasmó su
experiencia en el ya clásico
La vida del
laboratorio.
El material que se utilizó para la realización del libro fue principalmente,
notas de campo en las que se plasmaban conversaciones formales e informales
entre los científicos, así como un análisis detallado de la bibliografía que
generaba ese laboratorio.
Además, se
observaron todos los borradores de papers
y se entrevistó a todos los científicos que fueron conscientes en todo momento
de que eran estudiados. Asimismo, el observador trabajó a tiempo parcial como
técnico del laboratorio lo cual le permitió formar parte activa del trabajo del
laboratorio.
Paralelamente,
Karin Knorr-Cetina se propuso algo similar: observar el laboratorio “con el ojo
inocente del viajero en islas exóticas”
(Knorr
Cetina, 2005, p.47).
En concreto,
se encargó de estudiar a fondo las prácticas de los científicos durante un año
en un centro alimentario de investigación en Berkeley. Su objetivo principal,
que quedó cristalizado en la publicación de un libro llamado La fabricación del conocimiento, fue
analizar la investigación científica como un
proceso de construcción. En este sentido, la autora afirma que
“los productos de la ciencia son
construcciones específicas que llevan las marcas de la contingencia situacional
y de la estructura de intereses del proceso por el cual son generados, y que no
pueden ser comprendidos adecuadamente sin un análisis de su construcción”(Knorr Cetina, 2005: p.61).
En los
apartados siguientes destacaremos los aspectos que, a nuestro juicio, son más
interesantes y que recorren la obra de Latour & Woolgar y Knorr-Cetina.
En
determinados círculos, es bastante común hablar de los “contextos”. El contexto
familiar, el contexto socioeconómico, el contexto amoroso. Por ejemplo, en
educación, para explicar el fracaso escolar, a menudo se escuchan frases del
tipo: “dejó el instituto porque no tiene un contexto en casa que lo ayude a
seguir” o “la coyuntura económica explica el retraso en la edad para tener
hijos”. Incluso las prácticas culturales están
impregnadas de contexto: a menudo se escuchan frases del tipo: “en España se
ve, sobre todo, cine doblado porque ese es el contexto en que han crecido los
españoles”.
Sin embargo,
cuando hablamos de ciencia y cuando leemos cualquier paper observamos que no se hace uso explicito del contexto para
explicar los descubrimientos. Hablamos siempre de las ciencias naturales y
básicamente a esto se refieren tanto Bruno Latour como Karin Knorr-Cetina cuando analizan el laboratorio.
Es interesante constatar que, cuando escuchan las conversaciones informales que
tienen los científicos se dan cuenta que muchas de las decisiones que se toman
están cargadas de contexto. Knorr-Cetina ha llamado a este fenómeno indicialidad. En este sentido, la autora
destaca el carácter contingente y contextual de la acción científica
poniendo en entredicho el método científico. Uno de los aspectos centrales de
la indicialidad que destaca la autora
es la presencia de oportunismo en el proceso científico que se plasma en
cuestiones cotidianas como en el uso del laboratorio. La autora relata que en
su laboratorio
“se invertía una gran cantidad de
energía científica en conseguir acceso al laboratorio para explotar el recurso.
Se buscaban afanosamente, o se inventaban, investigaciones que requirieran el
uso de ese laboratorio.”(Knorr Cetina, 2005, p. 114).
Y es que
muchas de las ideas que se planteaban estaban relacionadas con la disponibilidad
de recursos en un momento y lugar concretos.
La importancia
del contexto también es enfatizada por Latour & Woolgar cuando relatan la historia del hallazgo de un péptido
relacionado con la actividad cerebral llamado TRF (H). Los autores relatan como
en el contexto del laboratorio, el significado preciso de ese péptido variaba
según el contexto en el que se utilice:
“si definimos una red como un conjunto de posiciones en donde
un objeto como el TRF tiene un sentido, se ve claramente que el status de ese hecho
en el que se encuentra este objeto guarda relación con una red particular. (…)
fuera de esas redes, el TRF no tiene existencia propia. Puesta en las manos de
personas que no pertenecen a algún dominio particular, la TRF no es mas que
polvo sin importancia”(Latour & Woolgar, 1996, p.94).
En este
sentido, los autores van aún mas lejos: no es que la noción de TRF esté
influenciada por las circunstancias sino que “la ciencia entera es el producto
de las circunstancias” (Latour
& Woolgar, 1996, p.255). Por esta misma razón, ellos se desmarcan de la
escuela mertoniana que planteaba una ciencia en la que se podía separar
claramente los factores sociales y cognitivos.
Como veremos
en el apartado siguiente, si la ciencia entera es “producto de las
circunstancias” y si abrimos la caja negra del conocimiento, resulta muy
difícil aislar los factores sociales y puramente técnicos. Latour & Woolgar
incluso parecerían afirmar que no existen factores puramente técnicos. De estos
temas nos encargaremos en el apartado siguiente.
Observando de
cerca la experiencia de laboratorio que relatan Knorr-Cetina y Latour &
Woolgar vemos que ahondan en algunos postulados ya planteados en el Programa
Fuerte. Concretamente, nos referimos a la distinción entre factores sociales y
cognitivos para explicar el proceso de fabricación del conocimiento. La famosa
teoría de los intereses ya postulaba que
“los intereses también intervienen en la particular
estructuración de las observaciones empíricas, en la formulación de las evaluaciones y juicios científicos y,
en definitiva, en la génesis y validación de las creencias que comparten y
tienen por verdaderas los propios científicos y la sociedad que las asume.” (Lamo de Espinosa, 1994, p.530).
Justamente,
los estudios de laboratorio intentan profundizar en esta idea relacionando los
aspectos sociales con el contenido concreto de los conocimientos. Y es que
estudiar la ciencia mientras se hace significa observar las prácticas de los
científicos sin que sea posible distinguir dónde empiezan los aspectos
cognitivos y dónde se encuentran los sociales.
La sociología
mertoniana se ocupaba de los factores sociales que enmarcaban las prácticas
científicas mientras que la epistemología analizaba el contenido mismo del
conocimiento, que se resumía en variaciones sobre el método científico. Sin
embargo, el enfoque de los estudios de laboratorio al meterse de lleno en la
vida cotidiana de los científicos y al considerar relevante todo lo que allí
suceda, da por tierra a la antigua sociología del conocimiento. Knorr-Cetina
nos lo deja claro en su experiencia de laboratorio:
“las distinciones entre lo cognitivo y
lo social, lo técnico y lo referido a la carrera, lo científico y lo no
científico, constantemente se desdibuja y se redibujan en el laboratorio(Knorr Cetina, 2005, p.38).
Se ve claro a
lo largo del libro que las luchas de poder, por ejemplo, determinan la manera
en que se fabrica el conocimiento. Concretamente, la autora nos relata
detalladamente los intentos del jefe del laboratorio por controlar su uso
transformando las reglas para su uso en negociaciones individuales. Latour
incluso arremete contra los sociólogos que piensan que hurgar en la vida de los
científicos puede completar la estampa social de un estudio. No hace falta
meternos en las vidas privadas de los científicos, solamente el laboratorio es
suficiente para Latour para entender la ciencia e incluso la sociedad. En Dadme
un laboratorio y levantaré el mundo nos dice al respecto:
“la debilidad congénita de la sociología de la ciencia en su
propensión a buscar motivos políticos e intereses obvios en uno de los únicos
lugares, los laboratorios, en los que emergen nuevas fuentes de política
todavía no reconocidas como tales” (Latour, 1983, p.13).
Como
veremos en el apartado siguiente, la tarea de los estudiosos del laboratorio de
alguna manera era dotar de contexto y de circunstancia una ciencia que llega al
papel totalmente impoluta. Ahora haremos el camino inverso. Veremos cómo se
transforma un enunciado en un hecho y como se borran, como las huellas de un
crimen, todo rasgo de idiosincrasia en el producto final del laboratorio: el paper.
Algunas
corrientes relativistas en las ciencias sociales postulan que el método
científico es una farsa y que lo único que existe es la retórica. En economía,
encontramos a economistas como Dreidre Mc Clusckey que postulan que en la
ciencia no es mas que un arte. El arte de escribir con un propósito. Con la
intención de convencer a una audiencia que en muchos casos suele ser otros
científicos. Justamente, el estudio de ese arte de escribir con intención los
griegos lo llamaron retórica. Pero esta economista va mas allá al afirmar que
lo único que distingue a los buenos de los malos economistas es justamente el
grado de sofisticación que utilicen en su retórica (McCloskey,
1985).
Pero ¿qué tiene esto que ver con el tema que
nos ocupa? Pues, que nuestros dos
estudiosos del laboratorio parecen ir en una línea parecida. De hecho, una de
las primeras cosas que describe Latour & Woolgar es el estado del
laboratorio tal como se lo encontró el día que llegó: el mismo estaba dividido
en dos alas, una era el laboratorio en sí mismo y la otra eran los despachos.
Sin embargo, en el ala del laboratorio le llamó la atención la cantidad de gráficos
y datos en papel que había (borradores, revistas, es decir, material de fuera
del laboratorio como material generado por el mismo laboratorio, por ejemplo,
graficas). Asimismo, constató que todo era catalogado y etiquetado. “Para el
observador, pues, el laboratorio comienza a tener la apariencia de un sistema
de inscripción grafica.”(Latour
& Woolgar, 1996, p.44).
Este autor llamará inscriptores a
todo aquel aparato capaz de transformar un proceso en un dato, tanto en forma
de grafica como de número. A este tipo de aparatos los autores prestan especial
importancia ya que el material resultante será utilizado en la “sección de
despachos” para la fabricación de conocimiento. Y justamente esa manía en codificar y poner
por escrito todo los procesos “se parece bastante a las cualidades que se le
exigen a un escritor: saber escribir, persuadir y discutir” (Latour
& Woolgar, 1996, p.43).
Una de las características principales de utilizar aparatos de inscripción es
que una vez que se obtiene una grafica o una cifra, es decir, una inscripción,
se dejan de lado todas las etapas intermedias que llevaron a la producción de
esa inscripción. Por lo tanto, los inscriptores pasan a ser la sustancia en
estudio(Latour
& Woolgar, 1996).
Así, los
autores afirman que los artículos que producen los científicos son armas de
persuasión para el público. Esa
habilidad en el escribir es lo que convence a los otros de que lo que hacen es
importante. De hecho, para el observador
planteado por Latour, los científicos son solamente “una tribu de lectores y
escritores”(Latour
& Woolgar, 1996, p.65).
El siguiente
paso en el camino hacia la descontextualización del conocimiento, es la utilización
de distintos enunciados que sirven como instrumento de persuasión. En este
sentido, los autores distinguen cinco tipos de enunciados donde los de tipo 5
son los que nadie discute y las de tipo 1 son meras especulaciones. El tránsito
entre los diferentes tipos de enunciados ayudó a los autores a interpretar
textos que a priori no hubiesen comprendido. ¿Cómo lo hicieron? Analizando
detalladamente el tipo de enunciados que aparecían en los artículos científicos
y viendo la implicancia de esto en términos de retórica. Concretamente los autores explican que,
“la actividad desarrollada en el
laboratorio tenía el efecto de transformar los enunciados de un tipo en
enunciados de otro. El propósito del juego era crear tantos enunciados de tipo
4 como fuera posible ante una variedad de presiones para cubrir afirmaciones de
modalidades tales que se convirtieran en
artefactos. En resumen, el objetivo consistía en persuadir a los colegas de que
debían abandonar todas las modalidades utilizadas en relación con una aserción
particular y que debían aceptar y tomar esa aserción como una cuestión de hecho
establecida, preferiblemente citando el articulo donde aparecía.”(Latour & Woolgar, 1996, p.80).
Knorr-Cetina
(2005), también se detiene minuciosamente a analizar el proceso del
conocimiento desde el laboratorio al papel y coincide con Latour y Woolgar en
que el articulo cientifico es una construcción del laboratorio para persuadir. La
autora pone en contraste la forma de razonar en el laboratorio y en el artículo
científico. Este último no contiene un relato directo de las motivaciones del
científico para investigar determinado tema.
“Lo que sí encontramos
es una sección del texto que corresponde al papel desempeñado por esas
explicaciones: la Introducción.” Es justamente en ese apartado donde “el
trabajo se recontextualiza.” (Knorr Cetina, 2005, p.234).
En concreto,
las diversas razones que guiaron la investigación del científico se reduce a
una sola línea de argumentación. Esa es una de las conclusiones a las que
arriba la autora observando el comportamiento de los investigadores en el
laboratorio. Analizando los borradores de los papers (que se pueden ver en el anexo del libro) la autora constata
un proceso de limpieza de la carga dramática del texto mediante tres procesos:
“el
borrado de determinados enunciados realizados en la versión original, el cambio de modalidad de ciertos asertos y
la restructuración de los enunciados
originales” (Knorr Cetina, 2005, p.239).
Este último
eje, el de la retórica, nos parece esencial ya que resulta fundamental para
entender la imagen que tiene el conocimiento científico hoy en día. Podemos
constatar que los científicos, si quieren triunfar en su profesión deben ser,
ante todo, buenos escritores.
Hemos visto a
lo largo de este documento, algunos aspectos interesantes del proceso de
construcción del conocimiento. Hemos iniciado este camino preguntándonos porqué
la ciencia tiene tan buena fama y porqué el trabajo de los científicos, en el
imaginario social, goza de tanto prestigio.
Para intentar
responder esa pregunta nos hemos adentrado en dos estudios de laboratorio que
han tenido como objetivo meterse en las entrañas de un laboratorio y
desmitificar el trabajo que realizan los científicos.
Observamos en
los dos estudios citados muchas similitudes, sobre todo en el enfoque
antropológico que utilizan para observar el trabajo de laboratorio. En muchos
casos han llegado a conclusiones parecidas, sobretodo al señalar el carácter
contextual del conocimiento y al afirmar que es imposible separar la dimensión
social y cognitiva del trabajo científico. Asimismo, ambos autores han puesto
el énfasis en el lenguaje como herramienta de persuasión. Sin embargo, el tono
de los dos libros es distinto. En el
caso de La fabricación del conocimiento de
Knorr-Cetina se observa un esfuerzo por intentar crear una verdadera
“antropología del conocimiento”. Es decir, su objetivo trasciende las paredes
del laboratorio y de la ciencia en general. Karin Knorr-Cetina cree que puede
existir otra sociología del conocimiento en la que se aplique, en palabras de
ella, “una metodología sensitiva”.
En el caso de La vida del laboratorio de Bruno Latour
y Steve Woolgar debemos destacar que está escrito en un estilo muy distinto al
de Karin Knorr-Cetina. Es decir, es menos teórico y tiene un tono de denuncia
que pretende ser provocador. Frases como: “si en el laboratorio no ocurre nada
científico, ¿por qué hay laboratorios? o ¿por qué, curiosamente, está la
sociedad pagando por mantener unos lugares en lo que no se produce nada
especial?(Latour,
1983) nos dan la pauta de uno de los objetivos del
autor: la denuncia de un colectivo que parecería que, al menos en Estados
Unidos, goza de algunos privilegios. Pero, ¿podemos decir lo mismo de España
donde una gran mayoría de investigadores son mileuristas?
Es de suponer
que su trabajo de campo está planteado como una lucha entre antropólogos y
científicos. Aunque el texto no está escrito en primera persona, podemos pensar
que su “observador” es un alterego del mismo Latour al que dota de voz y al que
ubica en una posición de confrontación explicita. En este contexto, los
científicos son una mera “tribu de lectores y escritores” (no esperará que lo
aprecien dentro de la comunidad científica).
Para terminar,
a continuación, reproducimos un extracto de su experiencia en el laboratorio,
que creemos pone de manifiesto el carácter provocador de sus enunciados.
“No resulta sorprendente que nuestro observador antropológico
experimentara cierta incomodidad al tratar con semejante tribu. Mientras otras
tribus creen en dioses o en mitologías complicadas, los miembros de esta tribu
insisten en que no hay que asociar su actividad con creencias, cultura o
mitología. En cambio, afirman que sólo les interesan los “hechos concretos”. El
observador está perplejo precisamente porque sus informantes insisten en que todo es simple. Además, le
dicen que si fuera un científico lo entendería. Este argumento tienta
enormemente a nuestro antropólogo. Ha
empezado a entender el laboratorio, ha leído montones de artículos y puede
reconocer diversas sustancias. Además, comienza a entender trozos de
conversaciones entre los miembros. Sus informantes empiezan a influir en él.
Comienza a admitir que no hay nada extraño en ese escenario y que no hay nada
que exija ser explicado en términos diferentes a los de las explicaciones de
los propios informantes. Sin embargo, en el fondo de su mente queda una
cuestión persistente. ¿Cómo podemos explicar el hecho de que un año se gaste un
millón y medio de dólares (de 1975) para que 25 personas produzcan cuarenta
artículos?” (Latour & Woolgar, 1996, p.66)
Pero no solo denunciar es el
propósito de Bruno Latour (1983). A
través de los estudios de laboratorio,
no solo encontramos la clave para comprender sociológicamente la
ciencia, sino que también que también comprendemos mejor la sociedad. En el
sentido de que las relaciones de poder y oportunismo que observamos en el
laboratorio son un reflejo de la sociedad. Ese es por lo menos el propósito de
Bruno Latour.
Por último, esperamos que este
breve ensayo haya puesto algo de luz sobre los llamados estudios de laboratorio
y esperamos que los mismos nos ayuden a tener una mirada mas critica hacia la
ciencia. A lo mejor, teniendo en cuenta estos estudios, podemos desmitificar a
un colectivo que siempre ha sido muy apreciado socialmente.
De todas formas, sería justo
destacar que los recientes recortes que viene sufriendo España en su
presupuesto en Investigación y Desarrollo, nos hace pensar que, a lo mejor,
valoramos a los científicos en las palabras pero no en los hechos. En 2011, un
año mas, el gasto en Investigación y desarrollo ha disminuido un 1,6% con
respecto al año anterior
situándose en los 7.518 millones de euros, cifra que se mantendrá en 2012.
Para finalizar, tendiendo en
cuenta que Bruno Latour se escandaliza
de que se gaste medio millón de dólares en 40 artículos, ¿qué opinaría que el Instituto
Noos haya cobrado 690.000 euros por 13 páginas de un estudio copiado en
Internet
?
Parecería ser que, ya ni siquiera necesitamos laboratorios como herramienta de
persuasión. Por lo menos no, en las
ciencias sociales
.
Centro
de Investigaciones Sociológicas, CIS. (2011). Barómetro diciembre 2011
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Etiquetas: antropología, Bruno Latour, Dreidre Mc Cluskey, estudios de laboratorio, Karin Knorr-Cetina, retórica, Robert K. Merton, sociología de la ciencia