Hoy entreguita light del Canguro. Nos perdemos en la noche porteña en clave ética. ¡Disfruten!
El otro día el Canguro salió a
dar una vuelta por la noche porteña. Una cosa tranqui. Salida con amigos a
tomar unos tragos. Por un momento, decidí olvidar que vivimos en una economía
de mercado, que estamos dentro del capitalismo y que vivimos en una supuesta
democracia.
La noche comenzó con 50 pesos de
taxi. Querido lector europeo. No me haga meterme en intricadas conversiones de
moneda. Ya no sé si tomar en cuenta el dólar oficial, el blue o el euro del
verdulero. Lo único que sé es que la última vez que tomé un taxi para hacer
cuarenta cuadras pagué menos de 25 pesos.
Que cada uno saque sus propias
conclusiones.
Llegué al meollo de Palermo
Viejo, un barrio que vive de las modas pasajeras y de los bares que abren y
cierran cada vez que me doy la vuelta. Mucho diseño. Negocios de ropa cada vez más
caros. Ferias de artesanías y ostentación
culinaria que se queda en nachos con queso. Consumo conspicuo, lo llamaba Thorstein Veblen (un personaje del que
hablaremos en otra entrega).
Dirán que soy un nostálgico pero
cada vez que paso por Plaza Serrano busco desesperado con la mirada mi querida
Cantina La Placita, donde uno podía comerse una excelente pasta casera sin
gastarse la mitad del sueldo.
Pero volvamos a lo importante.
Palermo es el eterno intento de
algo. Le doy una oportunidad una y otra vez. Y siempre caigo en la misma
trampa.
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Fuente: http://www.todocoleccion.net/vermouth-iris-reus-vinicola-reusense-s-tarragona~x33270296 |
Cuestión. Me acerco a un conocido
bar de moda de calle Gorriti, (por cierto, ¿ví una bicisenda o estaba borracho?)
un patio hermoso, con barra al costado, con gente cool que charlaba casi a
oscuras. Viernes a la noche. No hay lugar para sentarse. Me acerco a la barra. Agarro
la carta. Estaba desesperado. Necesitaba un vermuth bien frío para mitigar el
calor y unas olivas para ir calmando el estómago (nunca fui un gran bebedor. Necesito
mis saladitos para no terminar borracho a la media hora.)
Una blonda señorita con cara de bulldog, me
comenta, que no puede darme comida estando en la barra (what the fuck??). Que las olivas son solo para los clientes que
tienen mesa. Normas de la casa. ¿Perdón???
O sea, el canguro es un "gilipollas" que está dispuesto a pagar 25 pesos por unas
olivas rellenas y el bar no es capaz de dedicarse a hacer negocio conmigo sino
que se dedica a explicarme las normas de la casa mientras le cobra a un canguro
amigo 50 pesos por un dedo de black label.
Está claro. Las olivas no son
negocio.
Cuestión. Terminé tomándome dos
capiroskas de maracuyás que eran puro hielo por casi 100 pesos ¿Qué tul?
Todo esto me hizo pensar que no
podemos escapar de la economía aunque queramos emborracharnos. Pero aparte de
eso, tuve que volver corriendo a casa en busca de un asidero.
Inquieto por la búsqueda
recorro las páginas de la extraordinaria enciclopedia de Stanford en busca de
algo que pueda explicar mis desventuras económicas por la noche porteña.
Los que hayan leído Una historiade monos, sabrán que como seres humanos, somos agentes morales, es decir,
tenemos un deber de responsabilidad para con el otro. Ya lo explica
extraordinariamente bien Hans Jonas cuando habla del principio de responsabilidad.
No me detendré en elucubraciones filosóficas pero todo esto me hizo
reflexionar sobre si las instituciones, como las empresas o las corporaciones
pueden ser sujetos morales. Me detengo en business
ethics,
una rama de la ética bastante particular que se dedica a estudiar estos
temas. Justamente esta disciplina se encarga de estudiar los rasgos morales de
las corporaciones. Ya sé. En este caso estamos hablando de un bar de amigos que
probablemente nunca se hayan hecho ningún tipo de planteo ético. Pero sigamos.
Este tipo de ética, académicamente
hablando, se remonta a los primeros estudios serios que se hicieron sobre responsabilidad social corporativa, un
nombre rimbombante que han adoptado grandes corporaciones como Telefónica o Repsol
para llamar a aquellas actividades que “lavan un poco la cara” de la corporación. Sin embargo, el espíritu de esta iniciativa no estaba del todo mal.
Pero bajemos un momento a la cancha y dejemos de lado la academia: parece que si
sos pequeño no tenés nada que demostrar, nos subimos al carro del barrio de
moda, la calle de moda y somos capaces de transformar incluso el maltrato en cool.
¿Estaría pensado eso Veblen
cuando pensaba en el consumo conspicuo?.
Faltan sillas. No te preocupes,
podés sentarte en el piso, eso es cool. Los nachos llegan fríos, no te
preocupes, eso es cool. Se olvidan de traerme el vuelto, no te preocupes, eso es
cool.
Che, pará, no hay papel higiénico… ¿Será cool dejar mi obra de arte en las paredes del
baño?
Disculpen que me ponga poco fino.
Soy un canguro con clase pero la pierdo fácilmente cuando me tocan la economía.
Pero volviendo a la ética,
algunos estudiosos se preguntan si realmente las corporaciones como tales son
agente morales. Algunos creen que sí. Peter French nos dice que las
corporaciones tienen “decisiones internas corporativas” que hacen de ellas
agentes morales en la medida en que pueden tomar decisiones como corporaciones
a diferencia de las decisiones que tomamos como individuos.
Y yo me pregunto, ¿es moralmente reprochable que me cobren
50 pesos por un trago y que no tenga una silla donde sentarme? Probablemente sea
discutible y es más probable aún que estos temas no interesen a nadie.
Por eso aquí estoy, tranquilamente tomando mi vermuth de Reus, mis
olivas y sin salir de casa.
Y ahora los dejo, hay otros asuntos que atender. ¡Salut!
Etiquetas: agentes morales, business ethics, ética, Hans Jonas, moral, principio de responsabilidad