Continuamos
con la serie dedicada al cosmos del Canguro. Ya sé. El país se está incendiando
y yo hablando de esferas y de gravedad pero es que necesito ir a los orígenes para
poder entender algo porque ahora sí que, visto como está el mundo, no entiendo
nada de nada. En definitiva, lo que nos interesa es saber cómo llegamos hasta
acá y estoy seguro, la historia de la ciencia tiene mucho que contarnos.
Al grano.
Siempre
me gustó el género epistolar. Tiene algo de chismoso que me atrapa. Me gusta
pensar que los científicos también tienen una vida privada que ocultar…o que
contar. En cualquier caso, en esta entrega nos ponemos serios y comentamos
brevemente la correspondencia entre el obispo Bentley y Newton, una manera
cómoda de entender la física de éste ultimo de manera amena y accesible. O también…una
manera de entender la religión como panfleto…
Disfruten.
“The last clause of your second Position I like very
well. Tis unconceivable that inanimate brute matter should (without the
mediation of something else which is not material) operate upon & affect
other matter without mutual contact; as it must if gravitation in the sense of
Epicurus be essential & inherent in it. And this is one reason why I
desired you would not ascribe {innate} gravity to me. That gravity should be
innate inherent & {essential} to matter so that one body may act upon
another at a distance through a vacuum without the mediation of any thing else
by & through which their action or
force {may} be conveyed from one to another is to me so great an absurdity that
I beleive no man who has in philosophical matters any competent faculty of thinking can ever fall into it.
Gravity must be caused by an agent {acting} consta{ntl}y according to certain
laws, but whether this agent be material or immaterial is a question I have
left to the consideration of my readers.”
Carta
de I. Newton a Richard Bentley,
respuesta a su carta del 18 de febrero de 1693. Original en 189.R.4.47, ff.
7-8, Trinity College Library, Cambridge, UK.
Una pequeña
introducción
Para poder entender este párrafo
escrito por Newton en respuesta a una carta previa de Richard Bentley conviene
conocer el contexto en que se inscribe esta cuestión. Para ello, abordaremos en
primer lugar de forma sintética, cuál era contexto histórico de la época y qué
avances se habían logrado antes de que Newton incursionara en la cuestión del movimiento de los planetas.
|
Primera edición de los Principia. Fuente: wikipedia. Imagen de dominio píublico |
En este sentido, como explicaremos más adelante,
creemos que la correspondencia entre Newton y Bentley resulta particularmente
didáctica para entender la física que Newton plantea en su Principia. Otra fuente
importante de conocimiento de la obra de Newton es la que proviene de los
principales historiadores de la ciencia como Thomas Khun (2010), Alexandre
Koyré (2008) o Helge Kragh (2008) que nos han ayudado a comprender de forma más
amena las ideas newtonianas.
Un poco de historia
para situarnos. El legado de Kepler, Galileo y Descartes
Ya demasiados historiadores han
hablado sobre lo que significó la obra de Copérnico en la historia de la
astronomía y la cosmología. Thomas Khun (2010) relata maravillosamente el
impacto que tuvo para los siguientes pensadores que fueron detrás de él, en
especial para tres de ellos: Kepler, Galileo y Descartes, que fuera el Sol y no
la Tierra la que estuviera en el centro del universo.
En cuanto al primero de estos pensadores debemos decir
que era un copernicano convencido aunque no estaba del todo satisfecho con el
tratamiento matemático que había dado Copérnico a su sistema(Kuhn, 2010). En definitiva, en opinión de Kepler, Copérnico no
había hecho mucho aparte de intercambiar el lugar del Sol por el de la Tierra.
Espero que no se malinterprete esta cuestión, no estamos queriendo decir que
Kepler acuse de Copérnico de no haber hecho nada, simplemente considera que su
modelo, a pesar del cambio trascendental de pasar de un modelo geocéntrico a
uno heliocéntrico, se mantuvo demasiado apegado
a Ptolomeo. Por esta razón, Kepler se propuso otorgarle a la Tierra el estatuto
de planeta al igual que el resto y con este simple hecho desaparecieron muchos
de los problemas que se había encontrado Copérnico a la hora de calcular las
excentricidades de las órbitas de los planetas. Justamente fue ese empeño en
estudiar las órbitas lo que lo ayudó a resolver el problema del movimiento de
los planetas. El sistema ptolemaico y copernicano se basaba en órbitas
circulares pero había algo que no cerraba para Kepler. La observación no
encajaba con la teoría y por más que
ensayó diversas formas geométricas no fue sino hasta que
por
puro azar, reparó en que tales discrepancias variaban según una ley matemática muy familiar, y
estudiando esta regularidad descubrió que podían reconciliarse teoría y
observación si se consideraba que los planetas se desplazaban con velocidad
variable, (…) sobre orbitas elípticas. (p.277)
Este
descubrimiento llevó a Kepler a plantear sus ya famosas leyes. La primera nos
dice que los planetas se mueven a lo largo de elipses en donde el Sol se
encuentra en uno de los dos focos. Es decir, el Sol pierde su lugar central. La
segunda ley es consecuencia de la primera: si los planetas se mueven alrededor
de una elipse, la velocidad con la que el planeta recorre la órbita variará en
función de la ubicación de ese planeta a lo largo de la misma. ¿Cómo variará?
De tal manera que a su paso el planeta “barra áreas iguales a su paso” (los
diagramas del libro de Kuhn son muy ilustrativos para entender este concepto).
La tercera ley, sin embargo, intenta explicar el movimiento de los planetas que
se encuentran en diferentes orbitas. Para ello, halla la siguiente regularidad matemática:
(T1/T2)2=
(R1/R2)3 donde T1 y T2 son
los respectivos tiempos que tardan dos planetas en completar sus revoluciones y
T1 y T2 son las distancias medias de esos planetas con respecto al Sol.
No va más allá. Tal como nos cuenta Kuhn, Kepler como neopitagórico
se conforma con encontrar una explicación matemática a los designios de Dios.
En cuanto a Galileo, podemos
decir que uno de sus mayores logros fue de índole tecnológico. Por primera vez
se usaba un telescopio para mirar los cielos. Y este simple hecho contribuyó a verificar muchas
de las teorías de Copérnico y a corregir datos y errores que se venían arrastrando
hace tiempo. Se descubrieron nuevas estrellas y nuevas lunas que giraban en
torno a Júpiter. Todos estos hechos contribuyeron a la idea de que podía haber
muchos mundos posibles allá por el espacio.
Por otro lado, debemos destacar que a partir del siglo
XVIII hubo un resurgimiento de ciertas ideas. Entre ellas, el atomismo, una
doctrina por la cual se pensaba que el mundo se podía dividir hasta llegar a
unas partículas elementales llamadas átomos. El corpuscularismo, del que
Descartes fue uno de sus máximos exponentes, creía que el mundo podía dividirse
hasta el infinito pero consideraba que rara vez los átomos se dividían. Estos
corpúsculos seguían determinadas leyes de movimiento que solo Dios podía haber
inventado. En este universo, no existía vacío
ya que espacio y materia eran la misma cosa(Kragh & García-Sanz, 2008). De esta concepción Descartes
extrajo dos máximas: la primera nos dice que un corpúsculo en reposo en medio
del vacío continua eternamente en reposo y un corpúsculo en movimiento continua
moviéndose a una velocidad constante en línea recta, a menos que…otro
corpúsculo lo desvíe de su trayectoria.
A más de uno esto
le suena a una rudimentaria ley inercial. Pero esperemos un poco, de momento Descartes,
aunque era un ferviente cristiano, se
propuso explicar la creación del universo como una colisión de corpúsculos que
crearon los soles y los planetas siguiendo un movimiento de vórtice (Janiak,
2009) completamente mecánico.
Sin embargo, a pesar de todos estos avances en el
conocimiento de los cielos, quedaban cosas sin resolver que quitaban el sueño a
muchos científicos de la época: si los planetas se movían en elipses a una
velocidad variable, entonces, ¿cómo podemos hablar de movimiento natural?
Necesariamente tenía que haber una fuerza activa que posibilitara el movimiento
de los planetas. Kepler la llamó ánima
motrix, una fuerza proveniente de los rayos del Sol que provocaba el
movimiento de los planetas. También existía, según él, otra fuerza, la del
magnetismo que podía explicar la forma de elipse del movimiento orbital. Sin
embargo, esta idea no prosperó.
En definitiva, todos estos pensadores desde Copérnico
hasta Newton contribuyeron en una idea fundamental para entender el universo newtoniano:
la ruptura de la barrera entre el universo terrestre y estelar. ¿Podía ser
posible explicar el movimiento de la materia con independencia de que sea de
índole terrestre o estelar? Es lo que se propusieron pensadores como Descartes,
Kepler o Hooke pero tuvo que llegar Newton para que dejara este asunto
meridianamente claro.
El mundo newtoniano
De alguna manera, Newton parte de los estudios de
Kepler, rechazando de plano las ideas cartesianas. En varios pasajes de su obra,
se propone explicar por qué Descartes está equivocado pero la principal razón
es que no es capaz de explicar las leyes de Kepler, o mejor dicho, su teoría
contradice profundamente sus leyes. Pero además, Newton en sus Principia nos deja claro que no cree en
un mundo en el que no haya vacío y se niega a pensar que solo leyes mecánicas
gobiernan el universo(Kragh & García-Sanz, 2008). Es decir, no cree que
espacio y materia sean lo mismo. Lo que no está claro es si realmente esta
afirmación significa que existe el vacío. En este sentido, Newton es ambiguo y
los historiadores no se ponen de acuerdo. A lo sumo, cree en la existencia de
una suerte de éter muy fino que llena el espacio(Koyré, 1996).
Pero volvamos a Kepler, justamente fue su tercera ley
(la que explica los movimiento de los planetas que se encuentran en diferentes
orbitas) la que disparó toda una trayectoria de pensamiento que llevaría a Newton a la formulación de la ley
de gravitación universal, una ley que finalmente coronaba la idea de que los
movimientos terrestres y planetarios son de la misma índole y pueden ser
explicados a través de una simple fórmula matemática.
F= G mM/r2 dos masas puntuales cualesquiera m y M
separadas por una distancia r se atraen mutuamente con una fuerza F donde G es
una constante de la naturaleza (Kragh & García-Sanz, 2008)(p.118)
Tanto
Hooke como Newton llegaron a conclusiones similares aunque este último fue capaz
de plasmarlo en una fórmula matemática. En efecto, la idea madre era que
La inercia, junto a una sola fuerza atractiva, la gravedad, rigen a un
mismo tiempo los movimientos celestes y
los de los proyectiles. Los planetas y los satélites no son más que (…) proyectiles
terrestres, balas de cañón lanzadas con una velocidad inicial tan grande que
nunca acaban por caer sobre la superficie de la Tierra, sino que giran
continuamente a su alrededor. (Kuhn, 2010.p.325)
Esta era la idea fundamental detrás de la famosa fórmula
matemática. Y esta potente fórmula permitió calcular de forma muy certera la
trayectoria de los cuerpos celestes y
sus velocidades. Y justamente fue la inercia la nueva propiedad de la materia que
se agregó a los ya postulados por los corpuscularistas: extensión, dureza,
impenetrabilidad y movilidad (Koyré, 1996).
Sin embargo, quedaba un tema sin
resolver. Newton era capaz de explicar de forma matemática el movimiento de los
planetas pero fue incapaz de dar una solución mecánica a las razones de ese
movimiento. Los argumentos de Descartes no le sirvieron pero al mismo tiempo se
negó a sugerir que pudiera haber una fuerza innata a la materia capaz de explicar
el movimiento de los cuerpos celestes.
Y con todos estos elementos ya estamos en condiciones
de entender de forma más completa la carta de Newton a Bentley pero antes, un
poco de contexto. ¿Cómo surgió esta correspondencia? Eso y sus implicancias es
lo que contaremos en el apartado siguiente.
La correspondencia con
Bentley
A la muerte de Robert Boyle, uno de los
fundadores de la química moderna, se establece, de acuerdo con su testamento,
la realización de una serie de Lectures
que tengan como objeto defender la fe cristiana en contra de los llamados
infieles. Richard Bentley, que llegaría a ser rector de la Trinity College, es
el encargado de llevar a cabo esta empresa. Para ello, se dispuso utilizar como
base de sus Lectures la filosofía natural
newtoniana pero…Bentley no eran muy versado en matemáticas y los Principia parece que se le hicieron
especialmente áridos por lo que un buen amigo le sugirió que leyera antes a Descartes, Galileo, Kepler,
etc. Esto pareció desalentar a este joven que pensó que lo más simple era
acudir al mismo Newton en busca ayuda.
Dos circunstancias
fortuitas y realmente maravillosas se tuvieron que dar: Newton estaba vivo y
vivía prácticamente en la misma ciudad.
Un privilegio imposible de desaprovechar. Así se inició una serie de
epístolas de las que solo se conserva, curiosamente, las respuestas de Newton (Newton, Rodríguez Luján, González Recio, &
Universidad Complutense de Madrid. Facultad de Filosofía, 2001). Estas cartas tienen la
bondad de poner las cosas más fáciles a aquellos profanos que no pueden
comprender tal como querrían las bondades del Principia.
En este sentido,
este puñado epistolar aclara y profundiza algunos conceptos interesantes. En
las mismas se tratan diversos temas en torno a la astronomía pero uno de los más
interesantes es justamente el de la “acción a distancia”.
Habíamos comentado
que Newton buscaba una explicación matemática al tema del movimiento de los
cuerpos celestes pero no fue capaz de explicar la gravedad. Las explicaciones
mecánicas no le valían lo que hizo pensar a muchos que quizás pudiera ser la
gravedad innata a la materia. Pero Newton se encarga de desmentir este extremo
a su colega Bentley (Bentley, 1693): no tiene ningún interés en
sostener ese tipo de hipótesis. Lo deja claro en el párrafo citado al principio
de este artículo cuando dice que no quiere que le atribuyan la gravedad innata
a la materia e incluso considera un error pensar que puede esa gravedad innata
mover dos cuerpos a una cierta distancia. Newton es vehemente en esta
aseveración y deja varias cuestiones sin explicar de manera científica
sugiriendo que puede ser la acción de un “agente voluntario”.
En la primera carta,
por ejemplo Newton explica a Bentley cómo un universo finito con gravedad
innata a la materia terminaría concentrándose en una gran masa esférica. Solo
el hecho de que el universo sea infinito y la masa esté repartida de forma
igual en el universo puede explicar la actual existencia de planetas, soles,
cuerpos opacos, etc. Pero nada más. Newton no es capaz de explicar por qué
algunos cuerpos brillan y otros no. De
igual forma, más adelante, nos dice que no es capaz de explicar ese movimiento
primero por lo que se inclina nuevamente por pensar que puede ser de carácter
divino.
En este sentido,
Newton es capaz de deducir una compleja ley matemática como es la ley de
gravitación universal pero ¿por qué los planetas se mueven a una velocidad
determinada y no otra? Solo Dios lo sabe.
En cualquier caso,
volviendo al párrafo citado al comienzo del texto. Cabe pensar en una especie
de contradicción. A Newton le parece inconcebible que la materia actúe sobre
otra materia a la distancia sin que
medie algún tipo de sustancia material, pero por otro lado, niega la tesis
mecánica de Descartes. En cualquier caso, es de una honestidad brutal poner de
manifiesto esta ignorancia como lo hace en el siguiente párrafo
Gravity must be caused by an
agent acting constantly according to certain laws, but whether this agent be
material or immaterial is a question I have left to the consideration of my
readers.” (p. 163).
Pero no solo
eso. Newton no está dispuesto a especular sobre el origen de la gravedad ya que
considera que no es labor de la filosofía experimental postular hipótesis. Para
él las proposiciones se derivan de los fenómenos observados, como puede ser la
gravedad pero no va más allá (Koyré, 1996). En cualquier caso, en su General Scholum vuelve a hacer gala de su honestidad intelectual,
una cualidad que lo honra como científico y como filósofo al recalcar las
fronteras de su conocimiento:
Mas hasta ahora no he sido capaz
de descubrir las causas de esas propiedades de la gravedad a partir de los
fenómenos y yo no imagino hipótesis, pues todo aquello que no se deduce de los
fenómenos ha de ser denominado hipótesis, y las hipótesis, sean metafísicas o
físicas, sean cualidades ocultas o mecánicas no tienen lugar en la filosofía
experimental. (Newton & Cajori, 1960)(Newton p.547)
Las ediciones posteriores a la primera tanto de sus Principia como de Opticks cuentan con varios pasajes como los que acabamos de
mencionar en lo que Newton se muestra enfático en este punto. Tal como nos
cuenta Florian Cajori en el
interesante apéndice histórico de los Principia,
este punto puede no haber quedado claro en la primera edición y, ante las dudas
del propio Boyle y de Bentley, Newton se vio obligado a hacer algunas
aclaraciones en las siguientes ediciones como podemos observar en su General Scholium.
Pero volviendo a las cartas, el
hecho de que no haya causa científica que explique la gravedad es interpretada
por Bentley como una prueba de la existencia de Dios. Y así lo hace constar en
uno de sus sermones reproduciendo palabra por palabra la carta de Newton.
Muchos podrán acusar a Bentley de transformar las
ideas de Newton en un panfleto al servicio de los poderes religiosos pero, por otro
lado, parece ser que Newton fue un fiel y consciente colaborador en su
causa. No podemos juzgar con ojos de hoy
este tipo de alianzas entre científicos y obispos pero… visto en retrospectiva,
alguien puede imaginar un sermón del Papa Francisco versando sobre el
movimiento de los planetas? Yo no.
Obispos eran los de antes.
Bibliografía
Bentley, R., (. (1693). The folly and unreasonableness of atheism [.
London: Printed by J.H. for H. Mortlock .
Janiak, Andrew, "Newton's Philosophy", The Stanford
Encyclopedia of Philosophy (Winter 2009 Edition), Edward N.
Zalta (ed.), URL =
<http://plato.stanford.edu/archives/win2009/entries/newton-philosophy/>.
Koyré, A. (1996). Del
mundo cerrado al universo infinito (9 en esp ed.). México etc.: Siglo XXI.
Kragh, H., &
García-Sanz, J. (2008). Historia de la cosmología: De los mitos al universo
inflacionario. Barcelona: Crítica.
Kuhn, T. S. (2010). La
revolución copernicana : La astronomía planetaria en el desarrollo del
pensamiento (1̂ en Ariel filosofía, 23̂ reimp ed.). Barcelona:
Ariel.
Newton, I., & Cajori, F., (. (1960). Mathematical principles of
natural philosophy and his system of the world [Philosophiae naturalis
principia mathematica.]. Berkeley: University of California Press.
Newton, I., Rodríguez
Luján, L., González Recio, J. L., & Universidad Complutense de Madrid.
Facultad de Filosofía. (2001). Cuatro cartas al dr. bentley ; carta al
honorable señor boyle sobre la causa de la gravitación. Madrid: Facultad de
Filosofía, Universidad Complutense.
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