Nisman, Monedero y la sociedad de los rumores: la información en el siglo XXI, una arista más del big data


 Después de unos meses de muchos acontecimientos el Canguro ha tenido tiempo para pensar y meditar sobre todo lo que está pasando tanto en Argentina como en España.
El mes de enero fue especialmente movido para el país latinoamericano a raíz de la muerte del fiscal Nisman, un acontecimiento que ha conmocionado a la opinión pública nacional o internacional.
No podía dejar de mencionar este asunto y llevaba varios días acumulando sensaciones y sentimientos encontrados. Confusión. Rabia. Enfado. Una amalgama de sentimientos que en nada contribuían al talante tranquilo que suele tener el Canguro.
 No repetiré lo que muchos ya han hecho. Hemos leído miles de editoriales, opiniones, declaraciones vía Twitter y Facebook que solo han contribuido a sumar más confusión sobre los verdaderos hechos. Los importantes. Los que nadie sabe.
En España, las cuestiones suelen ser de menor calado pero también algunas han ocupado la escena política: se ha vivido un proceso similar en torno a algunas cuestiones como las finanzas de Monedero, uno de los líderes de PODEMOS y sus relaciones con Venezuela.
En cualquier caso, estos hechos, y otros, ponen de manifiesto algunas cuestiones interesantes en torno a la información y a cómo se gestiona hoy en día. Por ejemplo, que los rumores también son parte de la política. 
No descubrimos nada nuevo pero algunos estudiosos de estos temas nos dan algunas claves para entender cómo se propagan los mismos y lo difícil que es luego limpiar la imagen de una persona pública o cambiar la dirección de una creencia que se consolida.
Cass R. Sunstain (2010)[1], jurista especializado en la relación entre la economía conductual y el derecho nos da algunas claves pero entender este fenómeno.
Todos tenemos convicciones previas que moldean nuestras creencias y nos  llevan a creer con más o menos facilidad los rumores. Si un rumor, por ejemplo que Monedero es un rico vividor, se corresponde con la convicción previa de esa persona, probablemente se creerá rápidamente que el profesor es un rico evasor fiscal. Por otra parte, aquellos que piensen que es un profesor honorable que está siendo atacado por la derecha más rancia, pensarán que hay una campaña en su contra.
Es interesante cuando hablas con la gente y te das cuenta de que todos, inclusive el Canguro, somos más previsibles de lo que pensamos y de antemano sabemos lo que van a pensar las personas de nuestro entorno. Esto nos da una pauta de la importancia que tienen las creencias previas.
Pero hay más. ¿Cómo se difunden los rumores? Sunstain habla de dos fenómenos igualmente interesantes y que podemos comprobar en nuestra vida cotidiana (me encanta la ciencia que puede explicar los hechos de todos los días). El primero es el de las cascadas de información.

La mayoría de los rumores están relacionados con asuntos sobre los que la gente no tiene un conocimiento directo (…) y la mayoría de nosotros lo dejamos en manos de la multitud. Cuando más gente lo deja en manos de la multitud, (…) hay un riesgo real de que amplios grupos de gente  crean los rumores  aunque sean falsos por completo (p.43).

Pensemos en el caso del fiscal. Y esto es lo triste. Todos o casi todos queremos conocer la verdad pero estamos llegando a un punto de propagación de rumores en que ya no podemos distinguir la información seria de la que no es. Ya nadie se fía de nadie y no sabemos qué creer. Eso puede llevar a dos situaciones: que se dé el efecto cascada, es decir, que cada vez haya más gente que esté dispuesta a creer en la hipótesis del asesinato incluso aunque no existan pruebas concluyentes. O que cada grupo afiance sus propias creencias previas. Veamos la primera cuestión.
 En el terreno del consumo cultural este proceso funciona de forma natural y ahí el big data también cumple un papel muy importante. El consumo de otros clientes condiciona el consumo futuro de un usuario en cuestión. Piénsese en el caso de Amazon que te cuenta qué han consumido otros con tus mismas preferencias. De alguna manera, los libros y la música que más se venden, son el resultado del consumo pasado de los primeros que apostaron por un autor o por un cantante. En eso consiste el efecto cascada.
Y en términos de política, como podemos ver en el caso de Nisman o de Monedero puede ser definitivo. El mensaje es claro: la multitud manda.
Fuente: http://www.elandroidelibre.com/wp-content/uploads/2012/10/rumores-01.jpg

Pero hay más: Sunstain también nos habla de las cascadas de conformismo, ¿de qué estamos hablando? A veces, en especial en entornos cerrados, la gente se alinea a la opinión del grupo para no destacar y “mantener la buena opinión de los demás” (p.54). Esto lo hemos vivido muchas veces, ¿Quién no tiene un amigo veleta que opina de forma diferente dependiendo de quien tenga al lado? Cualquiera que haya ido al colegio también habrá experimentado esa sensación de que para ser aceptado había que plegarse a las ideas del grupo.
Hay una última idea interesante que me gustaría apuntar (se la robo nuevamente a Sunstain), y es la de la polarización del grupo. Este concepto nos ayuda a entender por qué determinada gente cree fervientemente en una cosa al  mismo tiempo que otros sería incapaces de tomarla en serio. Pensemos nuevamente en el caso Nisman. La situación está tan polarizada que los oficialistas y opositores han radicalizado sus posturas. No es una crítica. Es normal que así sea. Cass ha realizado varios experimentos interesantes en la arena política. Analizando las opiniones de liberales y conservadores se llegó a la conclusión de que, cuando hablaban entre ellos, radicalizaban sus posturas. Es decir, si juntas  a un puñado de kirchneristas light en una sala y los dejas solos una hora, al cabo de ese tiempo, saldrán reforzados en sus posturas. Lo mismo podría pasar con una panda de simpatizantes del PP. Puede que después de una horita de charla salgan dispuestos a afiliarse al partido y a luchar contra el bolivariano Pablo Iglesias. No lo digo yo, lo dice este jurista. En sus propias palabras:

En el contexto de la transmisión de rumores, las implicaciones son sencillas: cuando los miembros de un grupo tienen una suposición previa  y oyen un rumor, las deliberaciones internas reforzaran  la noción de que su creencia está en lo cierto (p.59).

Este no es un aspecto menor. Relacionarse con gente afín afianza y puede llegar a radicalizar las opiniones. Ya lo decían algunos psicólogos de Harvard en los años cincuenta. Imagínense ahora con las redes sociales e Internet. 
Las convicciones rápidamente se vuelven profundas, un fenómeno que no deja de ser inquietante. ¿Queremos vivir en una sociedad en el que ya no existe la duda y la reflexión? Ya todos nos dejamos influir por lo que dicen otros que piensan como uno. Incluso parte del ocio pasa por leer los comentarios que deja la gente en torno a una noticia o un acontecimiento. En eso radica el éxito de Twitter que se ha transformado en un gran espacio de chusmerío (cotilleo) mundial que, en muchos casos, ha reemplazado o ha desplazado a las plataformas tradicionales de noticias. Vivimos en un mundo de exceso de información y la conclusión es que cada vez estamos menos informados y más susceptibles a basar nuestras opiniones en los rumores. No sé si esto es bueno o malo pero cuando suceden cosas tan importantes o trágicas como la muerte de un fiscal que investigaba uno de los peores atentados que ha vivido la Argentina solo puedo pensar en que me invade un enorme desasosiego. Creo que muchos argentinos quieren saber la verdad y muchos otros solo quieren usar este caso para afianzar sus creencias previas.
En el fondo, el ser humano actúa como en una secta a todos los niveles. Nos radicalizamos. Nos indignamos. No escuchamos al otro y solo queremos demostrar que nuestras ideas son mejores que las del adversario.
Hoy el Canguro es pesimista. El canguro quiere saber la verdad y le gustaría que esa verdad esté de acuerdo con sus convicciones pero si no fuera así estaría dispuesto a tragarse la amarga poción de la realidad. Sería duro pero podría.
Y siempre le quedará el vermuth y las aceitunas para sacarse el amargor.   





[1] Sunstein, C. R. (2010). Rumorología. Barcelona: Debate.

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