Privacidad y filosofía experimental: digresiones de un canguro atribulado

Lentamente voy haciendo un hueco en mi complicada vida para volver a los temas que importan al canguro. He pasado unas semanas bloqueado. 
 Mi cerebro tiene unas capacidades limitadas y, aunque mi alma, inquiere todo el rato sobre cuestiones diversas de la realidad, al final se impone la finitud del papel y del raciocinio.
A lo que íbamos. Aunque no parezca sigo leyendo e investigando los temas relacionados al big data y a la privacidad.
 Intentaré en este post abrirles mi corazón filosófico y mis dilemas en relación hacia donde debo enfocar esta investigación.
Hace un tiempo me metí en una indagación filosófica y económica en torno al big data y la privacidad (puedes leer aquí todos mis artículos sobre el tema). Los que me siguen seguro que ya están familiarizados con el tema (para un análisis más profundo puedes leer aquí mi trabajo de investigación La privacidaddel consumidor en la era de los big data). 
En realidad, todo este tiempo me he limitado a plantear ciertas líneas de investigación interesantes.
Como economista siempre eché en falta algo de indagación filosófica sobre cuestiones que tenían que ver con la gestión de lo público, la ética, la asignación de recursos. ¿Acaso los filósofos no han reflexionado sobre estos temas?  Fue así que entré de lleno en la filosofía aplicada a temas económicos y con el correr de los tiempos y las nuevas tecnologías empecé a plantearme ciertos interrogantes en torno a los datos personales, la privacidad y la oferta y demanda de los mismos.  ¿Quién usa mis datos personales? ¿Para qué lo hace? ¿Está legitimado? Estas cuestiones que han sido largamente discutidas en el ámbito jurídico, al igual que las cuestiones ligadas a la propiedad intelectual, están siendo objeto de interés de un círculo más amplio de ciudadanos que los meros abogados especializados en protección de datos.
Parece que empieza a haber gente que siente que no tiene control sobre la información que circula acerca de su persona. Desde la filosofía, concretamente, la filosofía de la tecnología, se abordan ciertas cuestiones en relación a estos temas pero sigo pensando que no me alcanza. Estamos hablando de cuestiones tecnológicas, económicas, políticas y…también filosóficas. ¿Cómo encontrar una manera de investigar este tema de forma multidisciplinar? En España parece que cada uno hace “rancho aparte”, los filósofos por un lado, los economistas por otro. Sé que hay excepciones pero me cuesta encontrarlas. Espero que las cosas vayan cambiando conforme cambia el mundo.
En concreto, cuando me puse a estudiar algunos experimentos realizados por Alessandro Acquisti en relación a la privacidad pensé que ese podía ser un punto de partida interesante. ¿Cómo se comportan los consumidores en relación a sus datos personales? ¿Hacen lo mismo en Estados Unidos o en España? No lo sabemos. Tengo algunas intuiciones en relación al comportamiento de los consumidores pero no tengo certezas. 

Esas certezas en relación a cómo se comportan no me la va a dar la filosofía. Necesito volver al terreno. Hacer trabajo de campo o pedirle a alguien que lo haga por mí. ¿Cómo puede el filósofo sacar conclusiones acerca de la racionalidad del hombre sin mirar a los hombres? Y si los mira, ¿cómo lo hace sin hacer encuestas, entrevistas en profundidad o experimentos? Personalmente, me gustan las entrevistas en profundidad, un recurso robado de la antropología y muy común en la investigación de mercados. Las encuestas me aburren y me parecen que se dejan en el tintero muchos aspectos del comportamiento de una persona que puede ser importante destacar.
¿Y los experimentos?
 Haciendo estas preguntas un canguro amigo me habló de la filosofía experimental, un intento por parte de la filosofía de “acentuar la relevancia de la observación controlada y sistemática a la hora de abordar cuestiones filosóficas de naturaleza conceptual” (p.628).
Leyendo el articulo de Fernando Aguiar Filosofía experimental y economía experimental: un enfoque híbrido, me pica el interés por saber qué cuernos tiene que ver la economía experimental con todo esto. Concretamente, aboga por utilizar los métodos de la economía experimental para hacer filosofía experimental. Es decir, olvidarse de las encuestas y dedicarse a hacer experimentos utilizando la metodología de los economistas y no la de los psicólogos. Suena bien. Se acerca bastante a la idea que tengo de acercamiento al conocimiento pero sigo teniendo mis dudas. ¿Realmente un experimento puede darme información acerca de la manera en que los consumidores comparten su información? Básicamente, este es el approach de Alessandro Acquisti y parece haberle dado resultados interesantes y poco intuitivos acerca de la manera en que compartimos nuestros datos personales. Pero insisto, estoy en el ámbito de la filosofía. Quiero entender la mente humana y no sé cómo hacerlo sin acudir a los datos empíricos. Que me explique algún filósofo cómo se puede entender el mundo en el que vivimos sin detenerse primero a analizar qué tenemos delante.
Joshua Knobe[1] de la Universidad de Yale, sugiere varias aplicaciones interesantes de la filosofía experimental como puede ser el libre albedrio, la teoría de la acción, etc. Es decir, analizar la forma en que se comporta el ser humano puede llevarnos a replantear nuestros conceptos filosóficos en torno a ética y la moral.
Todo esto está genial pero el tiempo pasa e imagino que la filosofía experimental se podrá aplicar a otros ámbitos ¿no? Estoy buscando estudios que se hayan hecho de filosofía experimental. No blableta sobre metodología sino filosofía aplicada. De alguna manera, los estudios de Alessandro Adcquisti son un ejemplo aunque no les llame filosofía experimental.  Las decisiones que toman los agentes en relación a la privacidad parecen estar afectadas por numerosos factores, que lejos de ser racionales se hacen en un contexto de información incompleta, racionalidad militada y con actitudes psicológicas sistemáticas que se alejan, incluso, de sus propios intereses. En mayo de 2004, Acquisti llevó a cabo una encuesta a estudiantes de la Universidad de Carnegie Mellon sobre sus actitudes y su comportamiento en relación a la privacidad. Sorprendentemente, se encontró con grandes dicotomías entre la actitud de los que respondieron la encuesta y su comportamiento. Aquellos que decían preocuparse bastante por la privacidad no tenían inconveniente en ceder algunos datos personales para obtener una serie de descuentos. Es justamente este comportamiento, marcado por la racionalidad limitada, la información incompleta y determinados sesgos psicológicos lo que determina al final nuestro comportamiento. Los que contestaron esta encuesta— estudiantes de una universidad prestigiosa— apenas conocían la legislación en materia de privacidad, no tenían idea cómo incrementar la seguridad en sus transacciones en Internet ni conocía modos para poder navegar de forma anónima por Web[2]. El estudio ya tiene diez años pero algo me dice que las cosas no han cambiado demasiado. ¿Cómo estará la cosa en otros países del ámbito iberoamericano? ¿Podemos decir que hay un patrón de comportamiento inherente  a estos tiempos pero que varía poco de país a país? ¿Conocen los consumidores cuales son los términos reales de las transacciones que se hacen con sus datos personales? Y en un plano más profundo ¿Importa este debate?
En filosofía, se suele hablar en términos universales acerca del hombre. Particularmente, encuentro complicado hacer aseveraciones totalizadoras acerca del género humano. En economía, como en otras ciencias sociales, hubo un tiempo en que se quería llegar a verdades universales acerca de la racionalidad y el comportamiento humano. Hoy sabemos que no somos todos iguales por eso no aspiro a conocer la naturaleza del ser humano en abstracto. Eso es lo mismo que quedarme sentado leyendo una revista. 
Soy un canguro y como parte del conocimiento consiste en acotar cabe hacerse preguntas locales, sobre grupos pequeños de regiones pequeñas. ¿Por qué algunos países son reacios a tener una legislación potente en términos de protección de datos personales? ¿Hay alguna relación entre la concientización del consumidor y el avance en este tipo de legislación? ¿Son los países anglosajones más reacios a proteger los datos personales de sus ciudadanos? ¿Existe una relación inversamente proporcional entre avances en legislación de transparencia y gobierno abierto y la de protección nuestros datos personales? ¿Existe una demanda ciudadana en relación a la protección de los datos personales en el entorno iberoamericano y, concretamente en España o en Argentina? ¿Influye la edad? ¿Es importante que la haya para tomar la decisión de legislar? Estas preguntas que parecen alejadas de la filosofía requieren de un marco teórico a acerca del individuo. Una intuición moral que nos ayude a construir una imagen de él. ¿Pero de donde surge esa intuición? Evidentemente, el análisis empírico nos ayuda a salvar esa cuestión.  Me encanta este approach al conocimiento. Aúna mis dos pulsiones: la más inquisitiva y pensante y la más pragmática y calculadora.
Antes de irme a la nevera a buscar mis maravillosas olivas les dejo un dilema:

Escenario 1. Un conocido buscador de Internet te pide permiso para almacenar tus datos personales con fines de marketing a cambio de que puedas navegar por sus páginas sin abonar nada. Esto quiere decir que usaran tus datos para personalizar  tus búsquedas y las mismas vendrán filtradas por tu comportamiento anterior. Además, es posible que vendan datos a terceros que a su vez te harán llegar publicidad en forma a de banners y mensajes de texto a tu móvil.
¿Qué harías? ¿Darías el permiso?
Escenario 2. Un conocido buscador de Internet te  ofrece pagar 4 euro cada seis meses  a cambio  de que puedas navegar por sus páginas  de forma completamente anónima. Esto quiere decir que NO usaran tus datos para personalizar  tus búsquedas, las mismas NO vendrán filtradas por tu comportamiento anterior, ni por tu ubicación. Además, la empresa tendrá prohibido ceder sus  datos a terceros que no podrán hacerte llegar publicidad en forma  de banners y mensajes de texto a tu móvil.
¿Qué harías? ¿Pagarías el euro?
¿Y si supieras que en el primer caso la empresa está ganando con tus datos, digamos 100 euros al año?  ¿Tomarías las mismas decisiones en base a tu privacidad?
Caso 1 : no pagas nada. La empresa gana con tus datos 100 euros y tienes molestias asociadas a la cesión de tus datos.
Caso 2: pagas 8 euros al año. La empresa no gana nada con tus datos. Ni tienes molestias asociadas…
 
Boyando por el mundo cibernético me encuentro con esta fantástica y creativa herramienta, Privacy fix[3], que me ayuda evaluar mi nivel de privacidad en las redes sociales. Puede que sea un intento más de otra empresa por hacerse con mis datos personales pero conviene destacar la herramienta que tienen para medir el valor de tus datos personales en las diferencias redes sociales y buscadores. Es una aproximación basada en tu historial de consumo y en las veces que haces click en los banners pero lo principal es que nos hace reflexionar sobre la poca información que tenemos acerca de una de las transacciones más importantes y cotidianas que realiza el consumidor a lo largo del día. Estamos vendiendo nuestros datos personales y no sabemos si el precio es justo o no porque no lo estamos fijando nosotros. Nos dan el menú ya cerrado.
Actuamos con información asimétrica y me atrevería a decir que apenas nos importa. ¿O sí?  Y aquí es cuando me atacan los mil demonios y me saltan todas las preguntas: ¿Deben los gobiernos protegernos de prácticas injustas y probablemente abusivas aunque la ciudadanía no lo demande mayoritariamente? (creo que algo similar pasa con la ecología y la protección del medio ambiente).
Me he liado más de la cuenta. Hoy no vengo con verdades sino más dilemas y preguntas. Me retiro con mi vermuth a rumiar estos temas al calor de mi chimenea y unas buenas olivas.
Disfruten del comienzo de año. Viene movidito.



[1] Fuente: http://pantheon.yale.edu/~jk762/ExperimentalPhilosophy.pdf
[2] Fuente: https://www.dtc.umn.edu/weis2004/acquisti.pdf
[3] https://privacyfix.com/start

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