Debates electorales, medios de comunicación y las peleas de canguros

A fines del XIX y comienzo del XX era relativamente común las peleas entre canguros y humanos. Ya sea por su forma de atacar a su rival -dando piñas y pataleando al mismo tiempo- como por su especial posición de ataque, los marsupiales han sido objeto de entrenamiento por parte del hombre en el arte de luchar (aquí puedes leer un interesante post al respecto).
Sin embargo, los canguros, como ya he dicho en más de una ocasión, son uno de los seres  más tontos del reino animal y no están hechos para boxear… y menos en TV.
Era perentorio que en estos tiempos electorales el Canguro Filósofo abandonara el vermuth y las olivas de esta hermosa primavera cambiante y alérgica y se centrara un poco en la gran cita electoral del próximo 26 de junio.
El domingo vi el debate. El gran debate a cuatro organizado por la Academia de Televisión. Y debo decir que, la imagen de los canguros torpemente boxeando me vino a la cabeza. No pude evitarlo.
Hemos tenido a los candidatos en todas las tertulias, en el debate a dos con Jordi Evole, el debate de las mujeres de Antena3, el debate de los economistas de La Sexta, con los niños en Telecinco, etc. Distintos formatos. Presentadores. Decoración. ¿Y el resultado?
El mismo, señores.  
Fuente: http://www.sportsmanslife.com/kangaroos-pictured-wearing-boxing-gloves-and-throwing-punches/

Creo que ya estamos asqueados de tanta palabrería. Dicen que en un estado democrático debe haber muchos debates entre los candidatos. Y yo me pregunto: ¿para qué?
 Todos los candidatos van a repetir sus palabras hasta la saciedad. Sus monólogos. Sus pullas al resto de partidos.
 La honestidad no es un incentivo para el político en campaña electoral por lo que, ¿qué dotes estamos valorando a la hora de elegir un candidato? ¿Su poder de oratoria? ¿Sus nervios? ¿Su mirada?

Yo sé, señores, qué estamos buscando. He dado con la piedra filosofal. Estamos buscando sus miserias. Su espontaneidad. Sus rostros más humanos. Alguna maldita debilidad. O lo que sea. Cualquier pista que nos ayude a decidir o, por lo menos, a entretenernos un rato.
Pero no nos engañemos. A lo más que puede aspirar el periodismo audiovisual es a televisar el sudor de sus sobacos. No me malinterpreten. Soy un gran consumidor de TV. Me gusta como medio de información. Como compañía. Como entretenedor. Soy capaz de ver las basuras más infames. La caja boba es parte de mi vida.  
Pero, por favor, no se le puede pedir a la TV que las vacas vuelen.
Estamos en campaña electoral. Lo repito. Es el peor momento para pedir sinceridad. Los candidatos deben replegar sus emociones y desplegar su estrategia. Justamente es eso lo que nos aleja como ciudadanos de ellos. Nadie quiere confiar en alguien que solo despliega una estrategia.
Justamente el mérito del político es desplegar una estrategia que no parezca una estrategia. (Suena un poco desquiciante ¿no?).
Imagínate si estuvieras todo el día atendiendo llamados de telemarketers desesperados por venderte sus servicios. ¿Vas a pedirle que sea honesto? ¿Qué te diga la verdad? ¿Qué te muestre sus debilidades? No vas  a  perder ni un minuto de tu tiempo.
El problema es que nos enfrentamos a una segunda vuelta con los mismos candidatos. Los mismos programas electorales y las mismas poca predisposición a entenderse. Nadie quiere mejorar su oferta. Las virtudes de la competencia no se ven en la política. Algo nos falta. Nadie compite por ser el mejor.
 Me mantienen la oferta. Me venden lo mismo y ni si quiera me entretienen.
Justamente,  los debates ni si quiera me valen como show televisivo. Puede que al principio sí. Ver caras nuevas siempre genera curiosidad y algo de morbo. Gente joven. Ropa informal. Alguna rasta. Todo eso está muy bien.
Pero ya estamos llegando a un punto en el que los rostros nuevos ya están gastados de tanta exposición. Tan expuestos que ya no parecen nuevos. En el tiempo de la inmediatez, el ciclo de vida de los productos es corto.  Seguramente los que están en el oficio televisivo me dirán que el negocio cierra pero aun así, si esto es un show ¿no podemos amenizarlo un poco más? Repreguntando hasta el infinito. Entrevistando al equipo que está detrás de los grandes candidatos (la gente se olvida que vota una lista y no solo un candidato). Atorando al candidato. Y, por favor, ¡dejando de hacer las mismas malditas preguntas! El político ya las tiene estudiadas. Y las repite como loro.
En marketing cuando se hacen encuestas es común hacer la misma pregunta de diferentes formas para evaluar si el entrevistado es del todo sincero.
Los menos cínicos me dirán que las televisiones dan un servicio público.
OK. Lo compro por un rato.
Aun así, no tengo claro que sirva plantear los debates como una batalla.
Señores, puedo pasarles unos magníficos videos de canguros boxeando con humanos: puedo asegurarles que la pasarán infinitamente mejor que escuchando a los cuatro candidatos. No es culpa (enteramente) de ellos. Alguien les ha puesto unos guantes de boxeo y les ha entrenado para pelear. El problema es que esta disciplina tiene sus limitaciones. Y esa aridez a la hora de abordar a un candidato solo sirve para mostrarlo más cansino y repetitivo. ¿Qué me suma que Rajoy me repita una y otra vez que él salvó a España de un rescate financiero, que Rivera nos quiera salvar de los populismos, que Sánchez nos repita que por culpa de los extremos no ha podido gobernar o que Iglesias, en tono calculadamente sosegado, nos diga que necesita al PSOE para gobernar?
En el fondo, el espectador y la industria del entretenimiento están esperando que alguno de los cuatro pise el palito y cometa un error que pueda ser transformado en un show. No lo critico. Cada uno tiene sus legítimos intereses pero claro: en el “mientras tanto”, tenemos que soportar la repetición. La reiteración de lo mismo.
¿Es esto lo que necesita la ciudadanía? Supongo que los candidatos estarán bien asesorados. No lo dudo. Pero hacen falta otras cosas. El tiempo en televisión es escaso. Y los candidatos se ciñen al guion que les marcan los periodistas. Muchos temas y brevedad en todos.
Pero ¿qué esto? ¿Una maratón?
Se echa en falta saber qué van a hacer realmente los candidatos en temas muy específicos. Vale. Que nos mientan pero no en 7 minutos. Que se lo trabajen y me cuenten las cosas en profundidad con periodistas que de verdad se trabajen ciertos temas en profundidad[1].
¿No sería interesante dedicar un debate profundo a temas concretos? Educación universitaria, política exterior. Mercado laboral. Inmigración. Nada de tres minutos para responder. Una hora de entrevista a fondo con repreguntas para poner de verdad en aprietos al candidato.
 Puede que a lo mejor solo sea un canguro en busca de quimeras. Ingenuo y solitario. Los más descreídos me dirán con razón que el candidato me dirá lo que quiero oír y que luego gobernará como quiera, como le dejen y como pueda.
Y puede que, en realidad, nada de esto merezca la pena.
Taleb (autor de El cisne negro del que, en breve, escribiré una completa reseña) habla del papel de la suerte y del azar. Y la política muchas veces, viendo las cualidades de los candidatos y su relativo éxito, me recuerda más a la serendipia que a la meritocracia. ¿Realmente llega el mejor? La evidencia dice que no han llegado los mejores. Al menos en términos de bienestar de un país.
La suerte y el azar pueden ser puñeteros pero al mismo tiempo nos otorga una cuota de esperanza. El cisne negro está al acecho.
Puede hundirnos pero siempre habrá luz al final del túnel. Lo raro. Lo inesperado. Puede ser algo bueno.
Esperemos que así sea.
Señores. Vuelvo a mi refugio. Necesito una bebida helada y refrescar mis ideas con un vermuth on the rocks y una patatillas.
Antes lo dejo una frase de Taleb para la reflexión:
“Los imbéciles con suerte no tienen la más mínima sospecha de que pueden ser imbéciles con suerte; por definición, no saben que pertenecen a esa categoría. (…) Su retahíla de éxitos les producirá tanta serotonina (o alguna sustancia parecida) que incluso se engañarán a sí mismos sobre su capacidad de tener resultados superiores a la media del mercado[2]. (p. 67-68)




[1] [1] Sugiero mi lista.
-¿No estás un poco desquiciado de estar todo el maldito día de viaje sin ver a tu familia? ¿ De tener que hablar todo el rato? De repetir siempre lo mismo. De que te toquen y te miren todo el rato. De que te siga una nube de periodistas para hacerte siempre las mismas preguntas.
- ¿Cómo vas a proteger el medio ambiente? Y más concreto: ¿cómo vas a fomentar que se use más el transporte público?
-¿Vas a generar empleo? ¿De qué tipo? ¿Qué va a hacer con los miles de parados que no tienen formación? Vale, los vas a formar. ¿En qué? ¿Quién lo va a pagar? ¿Cómo?
-Universidad. ¿Estás conforme con el actual sistema universitario? ¿Y con el acceso al profesorado? ¿Y con los sueldos? Y con el tipo de carreras que se subvencionan con dinero público? ¿Debemos abrir un debate sobre el perfil de profesionales que necesita un país? ¿Deben ir todos a la universidad? ¿Y la formación profesional?
-Pensiones. ¿Vas a fomentar la natalidad para que haya más gente joven cotizando? ¿cómo? ¿Universalizando la gratuidad de escuela infantiles? ¿Conciliando? ¿Cómo? ¿Obligando a que los padres tomen permisos de paternidad? ¿Cómo lo vas a pagar?
-¿Eres religioso? ¿Qué opinas de que la mayoría de las escuelas concertadas sean católicas? ¿Estás de acuerdo con subvencionarlas? ¿Y la religión en los colegios públicos? ¿Debe pagarse con dinero público? ¿Estás de acuerdo con la ratio por alumno actual?
-¿Qué políticas de acercamiento tienes con Latinoamérica? ¿cómo vas a seducir a los miles de latinos que viven en España?
-¿Cuándo vas a cambiar el sistema electoral? ¿No sería más justo un sistema de ballotage? ¿Se podría abrir ese debate?
-¿Cuál es tu posición acerca de la relación de España con países que incumplen los derechos humanos? ¿Es un mal necesario?
-¿Te gusta la ropa? ¿Sales a la noche? ¿Te cae bien tu suegra? ¿Lees ficción? ¿Cocinas?
-


[2] Taleb, Nassim Nicholas (2015) ¿Existe la suerte? Las trampas del azar. Paidós. Buenos Aires

Etiquetas: , , , ,