Tengo una higuera en mi jardín
que da unos maravillosos higos en esta época del año. Verdes. Tersos y dulces. Muchos se pudren o se los comen los pájaros. Lo
mismo pasa con las moras de las zarzas que rodean mi casa. O se queman por el
sol o las aves las almuerzan. Cuando el calor no me amedrenta salgo y recolecto
muchas. Lleno tapers y me harto a comer moras durante días.
Sin embargo, veo que son
demasiadas. Tengo un excedente. Un canguro amigo me dice que las venda. Otro, que
las regale. Otro, que las tire. Y todo esto me hace pensar, una vez más, en la
economía y en cómo gestionamos lo que a priori está infrautilizado.
Hace unos días llegó a mis manos
un viejo número de
The economist
hablando de las maravillas de la
sharing economy.
Ese nuevo sector multifacético en el que los
prosumidores intercambian bienes y servicios.
Un clásico. El
trueque de toda la vida. El artículo señalaba las maravillas de Internet para
unir finalmente en un amor perpetuo a consumidores y productores en tiempo real.
Se iban a acabar los monopolios. La
competencia haría que los precios estuvieran por los suelos. Y lo más
importante: el consumo colaborativo haría que la justicia social y económica se
extendiera a los confines del planeta. El bienestar llegaría finalmente. Habíamos
llegado al fin de la escasez.
Ya he hablado en otros posts
sobre las implicancias de esta nueva economía de los
bienes intangibles en donde
la premisa es el acceso y no la posesión. No me explayaré sobre esto.
El artículo
de
The economist era de 2013. Tres años han pasado y yo me pregunto: ¿Se ha
producido el milagro económico? ¿Se han cumplido todas las expectativas económicas
y sociales que esta nueva economía pregonaba?
Debo confesar que suena
atractivo. Todo lo que tenga que ver con compartir, mola. Es genial. Nadie se
olvida de una de las primeras grandes controversias en torno a esto: la piratería.
Compartir estaba bien porque rompía con los monopolios. Favorecía el acceso. Democratizaba
el consumo. Hasta que algo pasó: el modelo se agotó y Napster se transformó en
una plataforma de pago y apareció Spotify democratizando el consumo y tirando
por los suelos los ingresos de los creadores. No me linchen. Me encanta
Spotify. Es fácil. No me compromete. Es barato. Y, por sobre todas las cosas, me resuelve el tema de la
propiedad. Me permite el acceso y ya no tengo que cuidar de que mi perro me
rompa los vinilos y los CDs.
Pero hay una cuestión de fondo
que me pregunto: ¿hemos logrado acabar con los monopolios o hemos reemplazado
viejos monopolios, rancios y conservadores por nuevos monopolios cools de
Silicon Valley?
Un ejemplo más contemporáneo. Airbnb.
Bla bla bla car. Me encanta la idea. Es fascinante. Acabar con las viejas redes
de taxistas o de grandes hoteles. Me fascina la idea de abrir el mercado a
nuevos intrusos. Lo nuevo atrae y está bien. Se caen las barreras de entrada
pero… disculpen que me ponga ñoño: ¿estamos creando un mundo mejor? ¿Hay mayor
competencia? ¿Tenemos más derechos los
consumidores/ciudadanos/trabajadores?¿Podemos prescindir del Estado y dejar todo en mano de
las recomendaciones de los usuarios como forma de conseguir la calidad de los
servicios ofertados?
Intuyo que no. Hemos reemplazado
un monopolio por otro. Y esto seguirá siendo así. Que no me vengan con economía
más justa y social. No digo que no haya beneficios puntuales para el consumidor pero no dejan de ser negocios en donde el monopolio de los datos
personales es fundamental. Hay que controlar el mercado y eso es lo opuesto a
una competencia perfecta. El big data es fundamental en este tipo de empresas y
la transparencia su bandera.
Estos modelos de negocio tienen
un pilar muy fuerte en el acceso a los datos de los usuarios. Es necesaria esa información.
Porque esa información tiene valor. Que no nos engañen. Son empresas molonas
pero los consumidores seguimos igual de desprotegidos que antes mientras no
seamos conscientes de que nuestra privacidad, además de ser un derecho, vale
dinero en el mercado. Antes, por lo menos, reinaba el anonimato en Internet,
ahora estamos vigilados.
|
Acá te muestro mis moras. Estaban riquísimas. Recuerda agarrar siempre las más negras. Las rojas están ácidas. |
Me meto en Internet y veo varios
colectivos interesantes como Sharing España. No, no es una plataforma ciudadana
de trueque. Está formado por empresas modernillas como Uber o SocialCar.
¿Y los
consumidores? No veo nada claro. Solo un interesante estudio realizado por OCU:
Consumo colaborativo: ¿colaboración o
negocio?,
solo un 10% de estas empresas en España se dedican a algo medianamente social. La
mayoría tiene como principal objetivo hacer dinero. Escasea la transparencia,
la misma que ellos pregonan cuando somos los consumidores los que tenemos que
entregar nuestros datos. Solo una de cada tres empresas respondió el
cuestionario de OCU. Echo en falta una mención más explícita al tema de la
privacidad de los consumidores pero al menos hay un pedido explícito de más regulación
y protección de los consumidores.
Más interesante es el estudio de
ESADE
Nosotros compartimos ¿Quiénes ganan?
en el que se ahonda más sobre las luces y las sombras de la economía
colaborativa. Me quedo con un dato demoledor: el 95 % de los beneficios de la economía
colaborativa se lo están llevando el 1 % de las plataformas"
.
Vuelvo a lo mismo. Tenemos más
monopolios y más control en pocas manos de nuestros datos personales. Me parece
genial que la gente quiera hacer negocios pero los consumidores debiéramos ser
conscientes de lo que estamos vendiendo.
Y para concluir, señores: no me paga el lobby hotelero, no pertenezco a la liga anti piratería pero lo tengo que decir bien claro: estamos perdiendo esferas de privacidad
a pasos agigantados y seguimos tan tranquilos. Soy un canguro y me siento solo
en el desierto. Necesito seguir investigando cómo el big data y la economía
colaborativa puede tener implicancias éticas en torno a nuestros datos
personales. Que alguien me cuente si es posible una economía colaborativa que
sea más cooperativa y anónima y menos lucrativa y vigilante.
Me estoy derritiendo. Una masa de
aire caliente me está matando. Después de esta parrafada los dejo y corro
desesperado al vermuth fresco.
Cargado de hielitos.
Etiquetas: acceso, bienes intangibles, big data, economía colaborativa, economía P2P, propiedad intelectual, sharing economy