Privacidad, ceguera moral y entretenimiento barato

Continuamos hablando de privacidad y de control de la información. Si te perdiste la primera parte cliquea acá.
Me siguen sorprendiendo cosas tan cotidianas como el concepto de entretenimiento que tenemos. El concepto de ocio barato que mueve mucho dinero.
La vida privada de la gente pública y no tan pública es ocio a buen precio y es un negocio descomunal. No hay problema en que la gente consuma eso si es lo que quiere. No haré de censor pero no puedo dejar de preguntarme por qué nos gusta tanto este tipo de entretenimiento.
Los dispositivos móviles, WhatsApp y otras herramientas de mensajería instantánea están sirviendo para mostrar un costado de las personas que hasta hace poco pertenecía a la esfera íntima. Esta esfera íntima va mutando a lo largo de la historia. Ya lo comentó sabiamente Ricard Martinez en la entrevista que le hicimos hace unos meses.
 Y yo me pregunto si toda la manga de ingenieros que está detrás de estos avances habían imaginado alguna vez que la mayoría de los mensajes que se envían por WhtsasApp tienen que ver con la vulneración de la intimidad de alguien, con la puesta en ridículo, con la extorsión, con la difusión de chistes. ¿Para que hemos invertido miles y miles de dólares de I&D? ¿Para ser más productivos? ¿Para perder el tiempo de forma más productiva? ¿Para salvar vidas? ¿Para matar el aburrimiento?
Y esto me lleva a pensar en la tecnología y en su rol en la sociedad tanto como espectadores del espectáculo como en productores del mismo.
¿Puede la ceguera llevarnos al fanatismo o estoy exagerando?Fuente: https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/7/7b/El_fan%C3%A1tico.png

En cuanto a lo primero,  me pregunto si en realidad un efecto colateral es que nos volvemos más tolerantes al dolor ajeno. Más inmunes. Vemos el dolor ajeno en la pantalla de un móvil, en la televisión y lo hemos transformado en entretenimiento. No me refiero solo a las miserias cotidianas de algún personaje público sino a las tragedias que asolan a los países. Las guerras. La violencia.
 Y en el caso concreto de nuestras miserias mundanas, estamos derribando las barreras de la intimidad y entretejiendo el espectáculo. La ficción se enhebra con  la vida real. La de carne y hueso.
Vivimos como atontados. Ya incapaces de discernir si lo que vivimos existe o desaparece al apagar el móvil. En su libro Ceguera Moral de Sygmunt Bauman y Leonidas Donskis,  hablan de la adiáfora, la acción de no juzgar moralmente ciertos hechos. De alguna manera, perdemos sensibilidad. Nos quedamos faltos de empatía. En palabras del propio Bauman[1]:

El tsunami de información, opiniones, sugerencias, recomendaciones, consejos e insinuaciones que inevitablemente nos abruma en nuestros serpenteantes itinerarios vitales deriva en “la actitud indiferente” hacia el “conocimiento, el trabajo y el estilo de vida” (en realidad, hacia la vida como tal y con todo lo que contiene). (p.60)

Y eso desde el lado del espectador pero, como productores del espectáculo, somos nosotros mismos los que estamos desnudando numerosas capas de privacidad y lo hacemos con total naturalidad. Sin medir las consecuencias de la exposición.
Alan Westin, uno de los pioneros en los estudios sobre privacidad, decía que la privacidad cumple cuatro funciones muy importantes. Destaco tres que me parecen esenciales:
·         Autonomía personal: sería la capacidad de poder tomar decisiones sin sentirnos presionados o influenciados por el entorno. Todos ocultamos algo de información para sentirnos un poco más libres cuando tomamos decisiones.
·         Alivio emocional: en la esfera íntima nos relajamos. Nos quitamos las máscaras. Dejamos a un lado los roles sociales. Eso relaja. Hace que la mente descanse. Una sociedad en la que no podemos relajarnos porque estamos expuestos las 24 horas, es una sociedad más estresada.
·         Autoevaluación: necesariamente en la soledad meditamos, pensamos sobre lo que hemos hecho. Sobre lo que hacen los demás. Algunos rezan. Otros hacen ejercicio. La práctica de la soledad sirve para calibrar nuestras emociones y nuestra vida[2].

¿Hasta qué punto se están erosionando aspectos clave del ser humano por la falta de privacidad? ¿Somos menos libres? ¿Vivimos más estresados? ¿Somos menos reflexivos en nuestra toma de decisiones?  Sospecho  que sí.
Solo espero que las cosas cambien. Confío en el hombre. El ser humano tiene una capacidad de aprendizaje impresionante. Yo espero que estos casos mediáticos ayuden a reflexionar sobre la sociedad en la que vivimos.
Mientras tanto, tenga siempre un vermut cerca. Unas riquísimas olivas.
 El mundo puede ser decepcionante pero apagar el móvil, cerrar los ojos, saborear la bebida fresca y azabache como va entrando y descendiendo por la garganta.  Y olvidarse del mundo es una práctica altamente recomendable.
Feliz verano y feliz invierno.




[1] Bauman, Zygmunt y Donskis, Leonidas. Ceguera Moral. Paidós. 2015
[2] Westin AF (1967) Privacy and freedom. Atheneum, New York

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