Hoy me siento a escribir movido por varios motivos. Soy un Canguro
inquieto. Me levanto. Desayuno. Consumo cultura.
Estoy atento a lo que me ofrecen. Y en base a eso saco algunas conclusiones.
Hace tiempo que vengo diciendo que no necesitamos ser economistas ni
expertos para poder entender, criticar y analizar el capitalismo, la economía y
el mundo del consumo.
Somos ciudadanos pero, ante todo, somos consumidores y tenemos una
información que nos hace conocedores de mercados a la par o —incluso más— que cualquier
experto con master o doctorado.
Hoy quiero hablar del mundo de la cultura. De la oferta de contenidos que
tenemos a nuestra disposición. En concreto, hablaremos del mundo de los libros en esta era del big data. Nos interesa ver qué está pasando tanto con los autores como con los lectores de contenidos.
¿Cómo se distribuye la oferta
cultural? ¿Estamos perdiendo diversidad? ¿Tiene algo que ver el monopolio de
las empresas tecnológicas en todo esto?
Hace tiempo que se viene hablando del auge de los autopublicados. La cantidad
de gente que se ha lanzado a escribir y a publicar sus obras. Cualquiera que conozca
Amazon sabe que aparecer allí puede ser garantía de llegar a millones de
personas.
A priori, parece que este nuevo sistema es más democrático. Nos aleja de la
tiranía de los editores y las librerías tradicionales y nos acerca a un mundo
maravilloso en el que reina el acceso ilimitado a una oferta sin fin de bienes
y servicios. Los escritores pueden publicar. Los lectores pueden acceder a lo que les dé la gana. Pero… ¿es realmente
así? ¿Somos más libres en nuestras opciones culturales?
Y aquí es donde aparece el diablo. Y
entonces entra la información asimétrica, la falta de transparencia, los
monopolios.
Y aparecen los famosos
algoritmos
de recomendación que hacen que el sistema
recomiende algunos productos y no otros. Es decir,
pone luz sobre algunos productos y oscurece el resto. Es casi como
si los hiciera desaparecer. Lo que no se ve no existe a los ojos del
consumidor.
La forma en la que trabaja el
algoritmo es un misterio pero debemos reconocer sus ventajas: cuando estás
comprando un destornillador, puede que te
recomiende adquirir unos tornillos que van perfecto con ese instrumento. Hasta
ahí, no hay quejas.
Pero ¿qué pasa con la cultura? Pues que los libros que aparecen en las
búsquedas llevarán a una recomendaciones concretas y se entrará en un círculo
virtuoso de recomendaciones que, a la postre, reduce en la práctica la oferta
de bienes culturales.
No es así, me dirán los detractores. Siempre tendrás la oferta completa. Mucho
más que en una librería física.
Sí, es verdad. Pero si eres consumidor de libros a lo mejor te dejas llevar
por esas recomendaciones y aquellos títulos menos vendidos simplemente “desaparecerán”
de la oferta. Sería como, en vez de
estar en el mesón de la librería física, tu libro estuviera escondido en una biblioteca, en el fondo. El librero
podría decir. Tengo tu libro. Pero claro, al estar “escondido”
es como si no existiera.
Este fenómeno que sucedía en la librería física, se potencia en Amazon.
A menos que el consumidor busque un título concreto, toda una gama de
libros desaparecerán de un plumazo de su oferta de libros. El algoritmo solo
recomendará o expondrá los más vendidos. Y esto lleva a que los oferentes de
libros, por ejemplos los autores, tengan que vérselas con los metadatos y otras
cuestiones para intentar visibilizar un libro.
¿Son más importantes los metadatos que la calidad de la obra? No seré yo el
que conteste esa pregunta pero parece que el autor, además, de ser buen
escritor debe preocuparse por estas cosas incluso en mayor medida.
Esto no es una crítica. Entiendo que Amazon o el librero estén en su
derecho de maximizar sus beneficios. Faltaría más. Pero como consumidor,
tengo también el derecho a decir que tal vez estamos asistiendo a una maquinaria que,
en la práctica, reduce la oferta cultural. La empobrece.
Otro ejemplo de cómo el sistema “premia” a los que menos lo necesitan. He analizado
en otras ocasiones las plataformas de
crowdfunding editorial. Una propuesta que a priori, como Amazon, también
juega con la idea de la democratización de la cultura.
¿No tienes ninguna editorial que te
publique? Ya estoy yo para ayudarte a hacerlo. El problema está en que cuando
lees la letra pequeña te das cuenta de que solo les interesa promocionar aquellas
obras que ya tienen un público. O cuyo autor ya está haciendo un trabajo de
marketing interesante.
Es decir, el sistema está pidiendo a
los autores, no solo que escriban libros sino que promocionen las bondades de
las empresas tecnológicas para aumentar sus ventas. ¿Y entonces que hacen los
autores? Pues se ven obligados a canibalizarse entre sí y ponerse a evangelizar
sobre Amazon, el crowdfunding y otros
artefactos tecnológicos. ¿Ese es el oficio del escritor? ¿Ser un promotor de starts ups tecnológicas?
Es decir, estamos convirtiendo a los autores en vendedores de las bondades
de las empresas tecnológicas. ¿Y cuál es la comisión? Pues unas ventas que solo
compensarán si eres un
best seller. Tal como decía Taleb, (puedes leer
aquí
varios artículos sobre el papel del azar en el éxito a propósito de
El cisne negro) estamos en Extremistán y
nos quieren vender que vamos hacia una democratización de la cultura. Así, lo manifestaba
el Canguro en el artículo antes citado:
“Tal como planteaba Piketty en su libro,
vivimos cada vez más la desigualdad de ingresos entre los seres humanos.
Las estrellas de cine, los futbolistas, etc. ganan infinitamente más que el
resto de los mortales. Además, lo hacen en muchísimo menos tiempo que antaño.
La gente está dispuesta a pagar 13 euros por Shakira y no 1 euro por un
cantante desconocido. Es decir, el ganador se lleva toda la tarta. Así es como
lo plantea Taleb (evidentemente, el autor subestima el papel de la piratería.
Puede que incluso la violación de los derechos de autor haya sido un cisne
negro para la industria discográfica. Un efecto no deseado del abaratamiento de
la distribución de la música). En Extremistán los sucesos raros afectan de
forma poderosa los promedios. El crack del 29 es un ejemplo. Lo puede ser un
contagio tan fortuito que puede desencadenar una epidemia de por ejemplo…zika.
En el mundo de Extremistán se concentran aquellas profesiones ligadas a la
propiedad intelectual y las que tienen una narrativa detrás en donde el éxito
se concentra en unos pocos.”
Mañana la segunda parte. No quiero cansar a mis lectores pero tengo mucho
más que decir sobre este tema.
¡Disfruten!
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ACÁ
Etiquetas: algoritmos de recomendación, Amazon, azar, bienes culturales, bienes intangibles, crowdfunding, monopolio, Taleb, Thomas Piketty