Se habla tanto en estos días sobre feminismo. Sobre la
desigualdad salarial de las mujeres. Sobre el acoso sexual. Los piropos. Las denuncias.
Los femicidios.
De pronto, parece que la opinión pública está
despertando. La verdad es que no sabía por dónde empezar a plantear todo los
pensamientos que me andan dando vueltas. Ya les aclaro que no tengo resuelto este asunto.
Son tantas las aristas que requieren de un poco de sosiego, en un mar
de denuncias y peleas cruzadas, que lo primero es acotar el ámbito de análisis.
Este
es un fenómeno que se puede abordar desde la literatura, la historia, la ley. Hoy
quiero centrarme en aspectos más filosóficos, éticos y económicos. En este
sentido, la primera pregunta que me hago es: ¿Por qué ha surgido este tema con
fuerza? ¿Están viviendo una verdadera revolución las mujeres o es simplemente un slogan más del capitalismo es su afán por transformar las causas justas
en mercancía?
Nos marean los debates entre machistas y feministas,
entre las mismas feministas, todos contra todos. Y en ese intercambio las
opiniones se polarizan, se extreman.
Personalmente, creo que ambas posturas extremas son
forzadas y sobreactuadas. Los que se suben ahora al carro del feminismo porque
ahora vende y los que atacan el movimiento, que en realidad, es muy heterogéneo.
Me acusarán de ver solo la veta económica pero hace rato
que el capitalismo se apropia de las causas(Si
quieres leer más sobre el capitalismo y cómo se apropia de los movimientos que en
principio lo cuestionan para transformarlos en sloganes te recomiendo que leas Arte
y economía: otra mirada para entender el capitalismo actual). Las
transforma en un slogan bonito que pueda gustar a la mayor cantidad de gente. Casi
me atrevería a decir que en la era del big data es muy fácil instalar un tema
de debate y sacar rédito de ello. Me preocupa que se use un tema tan duro con fines puramente empresariales.
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By gaelx (https://www.flickr.com/photos/gaelx/2059526685/) [CC BY-SA 2.0 (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/2.0) or CC BY-SA 2.0 (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/2.0)], via Wikimedia Commons
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Que Amazon Estudios se esté planteando no trabajar con
Woody Allen no significa que busquen apoyar a las mujeres. No seamos
hipócritas: creo que al final siempre prima lo económico y si ven que puede
repercutir en el consumo, no lo apoyarán. Al final, es la economía la que manda
y sigue mandando. La pregunta que se deben estar haciendo los productores de
Woody Allen es si es negocio apoyar a un señor acusado de pedófilo. Un debate
que nada tiene que ver con el feminismo sino con lo meramente empresarial. En cualquier
caso, manda el consumidor y si el consumidor ha decidido que no va a apoyar con
su compra el cine de este señor, bienvenida sea su soberanía.
Habrá quien me diga: peligra la libertad de expresión.
¿Estamos juzgando al artista o a su obra? Y puede que en ese sentido estemos
cayendo en una especie de puritanismo pero insisto: eso lo decidirá el
consumidor. Él sabrá que es lo mejor. Si le da una oportunidad a ese machista o
no. Personalmente, no tengo claro el tema pero reivindico el derecho a que un
trabajador del cine decida no trabajar con acosadores, por más que sean
artistas intachables. Como reivindico el derecho del televidente a ir o dejar
de ir a ver sus películas. Ya he hablado en otras entregas sobre la libertad de
expresión cuando hablábamos de privacidad.
En ese caso, poníamos en la balanza ambas cosas y había un criterio
claro: mientras el personaje sea público, prima el derecho a la información y a
la libertad de expresión.
Pero ahora tenemos otra balanza, más compleja. La gente
me dice. Ya no me animo a hablar. Ya no me animo a decir tal cosa. Se escuchan
voces que hablan de autocensura. De alguna manera, en esta era de Twitter
agradezco que la gente tenga que pensar dos veces lo que dice: eso significa
que todavía hay interés en seguir viviendo armónicamente en comunidad. Por
supuesto, no me gusta la censura ni los ataques ni las amenazas. En ese
sentido, no sabemos todavía en qué va a
terminar esto. Creo que es solo el comienzo pero debo decirles que mientras
siga habiendo tantas mujeres que mueren a manos del machismo, bienvenido sea
eso que algunos llaman “puritanismo”. Ya habrá tiempo para estar en el medio y
no en los extremos. Ambos me disgustan pero ya hablaremos de términos medios y
buenas formas cuando los hombres dejen de matar a las mujeres. Ese día podrán
exigir buena educación y buenos modos, mientras tanto, admiro la valentía de
esas locas que defienden con uñas y dientes al género femenino.
Del mismo modo, rescato las palabras de Hadley Freeman en
un magnífico
artículo en The guardian. Debemos escuchar
a todas las mujeres después de décadas de silencio pero justicia no significa
que tengamos que creerles a todas. Todas las mujeres tienen que tener voz, lo
cual no implica que tengamos que suponer que todas dicen la verdad.
Ojalá no tengamos que vivir en los extremos. Es triste. Y
es triste cuando las mujeres se atacan unas a otras pero no veo otra
alternativa que la crispación y las malas formas mientras sigan matando a
tantas mujeres. No justifico la violencia, por supuesto, pero, si mataran a tu
hija, tu esposa, tu hermana, si te violaran, si te acosaran ¿serías tan
correcto y educado?
En otro orden
cosas, quiero reivindicar una figura muy importante para entender el
feminismo y es la obra de Amartya Sen. Ya hemos hablado en otros posts sobre su teoría de las capacidades
y su concepto de libertad.
Sen nos propone ver qué está pasando con la justicia adentro de las familias.
¿Hay relaciones de poder y conflictos de intereses?
Tradicionalmente, ha habido voces contra
el feminismo postulando que lo que sucede dentro de las familias no debe
evaluarse en términos de justicia social (si escucharas las barbaridades que
dijo Rousseau sobre las mujeres solo puede ser entendido dentro del contexto de
su época). Siguiendo a Fascioli Alvarez en su interesante estudio “¿Es
la vida familiar relevante para la justicia social? Se distinguen tres
posturas a lo largo de la historia:
a) quienes sostienen que la justicia no se
aplica a la vida familiar; b) quienes consideran que esta virtud se aplica a la
familia solo como límite externo, pero no a su dinámica interna; y c) quienes
afirman que la familia debe ser también internamente justa. (p.84)
Esta última corriente es la que prevalece hoy en día, por
lo menos en el discurso, la familia también es política, en el sentido de que
también debe estar regida por nociones de justicia social. Y esto me recuerda
un poco al debate sobre la privacidad. ¿Estamos hablando de un suceso que
pertenece a la esfera íntima cuando un hombre pega a una mujer o a su propio
hijo?
Han tenido que pasar siglos para que podamos responder negativamente esta
pregunta aunque seguimos viendo en nuestros “avanzados países occidentales” que
las mujeres (y los niños también) siguen muriendo. No hemos progresado mucho,
señores, apenas hemos llegado a escandalizarnos por las muertes. Y en muchos
casos, a convertir este trágico tema en un slogan para machacar al que no nos cae
bien. Por suerte, hay gente, poca, que se toma en serio estos temas y piensa. Y observa.
Por último, debo decir que, volviendo a la economía, es
una pena que no se enseñen en las escuelas de economía nada sobre economía
feminista. Así como se ofertan asignaturas optativas en muchas universidades como Economía austríaca o Economía marxista, debiera haber una mirada de género sobre
la economía que no posicione ideológicamente a los que la dictan. Hay que dejar
afuera los prejuicios. Es un mundo
interesante, fecundo y totalmente desconocido para muchos economistas que se
han formado en las universidades. Creo que desde la educación es posible
multiplicar las miradas sobre la economía y el modo de organizar la sociedad.
Les dejo por hoy. Hace un frío de perros pero por suerte
ha salido el sol. Yo me voy a la calle a por mi vermuth y mis aceitunas.
Ya decía el
Canguro en 2013 a propósito de esto: El 16 de noviembre de 2011 la
empresa Telefónica pedía disculpas vía Twitter por haber usado la imagen del 15
M para su publicidad de SMS gratuitos[5]. En uno de sus anuncios emulaba una
supuesta asamblea de indignados en donde se debatían las necesidades
tecnológicas de un grupo de jóvenes. El anuncio tuvo tanta repercusión
(negativa) que no hubo más remedio que pedir perdón. Pero, ¿por qué es relevante todo esto? Porque este incidente constituye una muestra clara de hasta qué punto el
capitalismo puede ser tal hábil como para apropiarse convenientemente de
símbolos que dicen combatir justamente el actual sistema económico y político.
Etiquetas: Amartya Sen, big data, familia, feminismo, justicia social, libertad de expresión, medios de comunicación, mujer