Hay
algunos temas recurrentes en este blog. El mundo del trabajo. La condición de
la mujer. La historia. Pero en este caso, me quiero enfocar en la ciencia y concretamente
en la ciencia económica. ¿Hasta qué punto el género determina los temas que se
estudian, las políticas económicas que se piensan y las inquietudes del pueblo
llano?
Para
ello, corremos a las voces que saben pero también al ciudadano común o, en este
caso, a la ciudadana que vive día a día lo que significa ser mujer. Esa ciudadana
no necesita de estudios de feministas ni de catedráticos, su realidad está
plasmada en el día a día y creo que esa visión tiene mucho —o más— que aportar que la del
estudioso/sa.
Las
miles de amas de casas que no ven su trabajo reconocido, las asistentas, las
cuidadoras de personas y todo aquel personal que se dedica a la educación y a
los cuidados y que en su mayoría, está en manos de mujeres pueden aportar una
mirada a la ciencia económica que creo que está faltando. Por ejemplo, según los
datos del Centre for time use,
las mujeres en España ocupan bastantes más horas que los hombres en tareas domésticas,
situación que se agrava con la llegada de los niños. Parece ser que hay una
fuerte correlación entre políticas de conciliación laboral y desigualdad. Aquellos
países en donde hay más apoyo a la maternidad, menos se resienten las carreras
de las mujeres. O podríamos decir que hay menos incentivos a dejar el trabajo.
Hay
un aspecto clave en todo este asunto. El sistema empuja al miembro que gana
menos a pensarse dos veces si quiere trabajar fuera de casa. Cada vez compensa
menos pero al mismo tiempo, nos otorga la falsa idea de que cualquier trabajo que no
sea en una oficina no es un trabajo formal. En efecto, las
estadísticas siguen sin ofrecer una imagen clara de ese trabajo invisible que
es, en realidad, imprescindible para que exista el trabajo visible. ¿Qué se
puede hacer para que las políticas públicas vayan en otro sentido?
Algunos
economistas postulan que puede que el problema esté en la ciencia económica. ¿Cómo
podemos esperar políticas progresistas cuando la ciencia económica está en su
mayoría en manos de hombres?
En
esta línea va Women
and economics, un artículo de
Soumaya Keynes que salió en The economist (sí, la sobrina nieta de John Maynard Keynes) en
el que postula algunas ideas interesantes. Por ejemplo, que esa falta de diversidad
de género distorsiona el desarrollo intelectual de una disciplina que debiera
apuntar a resolver los problema de la gente, incluidos los de las mujeres. Todo parece apuntar a que la gente investiga
en base a sus propias experiencias (¿han conocido a algún teórico hombre dedicado a estudiar el feminismo? Si es así, chiflen.)
Por eso sería deseable una mayor representación de mujeres
economistas ya que los hombres no parecen estar interesados en estudiar las
disparidades de género. Tal como remarca Soumaya Keynes, casi todo el trabajo
de investigación en la materia está hecho por mujeres. En efecto, las mujeres
economistas naturalmente se inclinan por estudios en donde las personas son las
protagonistas, en sub-disciplinas como salud, educación, empleo. Este parece
ser el problema principal desde el punto de vista de la economía feminista. Mientras
no haya mujeres economistas no podremos tener una mirada más rica sobre los
problemas de las mujeres.
En
efecto, parece ser que el desbalance de
género en las ciencias económicas es bastante mayor que en otras ciencias
sociales.
|
Publicidad sexista de los años sesenta. Impactante. |
Pero
quiero ir más allá. En el fondo, subyace un conflicto, no solo entre los
derechos las mujeres y los derechos de los hombres sino entre un tipo de
trabajo invisible e imprescindible y otro “bien visto” en el que se va a la
oficina y se cobra un salario.
El debate está en el conflicto entre dos formas
de ver la economía laboral. Y así nos encontramos ante una sociedad que desprecia o desprestigia un trabajo que considera que no tiene valor
porque no está bien pagado.
Este asunto distorsiona, yo creo, a parte del movimiento
feminista, al catalogar a las defensoras de la mujer a las que traen un salario a casa,
despreciando de alguna manera a aquellas personas que se dedican a trabajos no
remunerados (o peor remunerados).
¿Es más feminista traer un salario a casa o
hacer todo lo posible para que entre un salario a casa, es decir cuidar a los
niños, mantener la casa para que otro miembro de la familia pueda traer un
salario a casa independientemente de que sea hombre o mujer? Creo que el día en que ese debate se abra de verdad podremos
avanzar sobre el tipo de mercado de trabajo que tenemos y sobre cuáles deben ser
las prioridades de una sociedad.
El común de la gente sigue pensando que las personas
que trabajan en casa en realidad no trabajan porque no van a la oficina o porque
no cobran un salario mensual.
Mercedes d’Alessandro lo deja claro en su último
libro Economía feminista: como construir
una sociedad igualitaria (sin perder el glamour)
¿En qué trabajan tus
padres? Mi papá es ingeniero y mi mamá no trabaja, es ama de casa.” Esta era
una típica respuesta que se podía escuchar en los sesenta (hoy también, pero
menos seguido). En gran parte del mundo fue esa la época en que las mujeres
empezaron a incorporarse masivamente al mercado laboral. Y aquí es donde está
uno de los principales puntos de conflicto: la idea de que ser ama de casa
implica un no-trabajo. Las horas lavando y planchando, poniendo medias, sacando
piojos, preparando la cena, llevando a la tía vieja al médico… todo eso aparece
como tareas que le corresponden a las mujeres por el solo hecho de serlo, como
si fuera parte de su naturaleza, una especie de atributo natural de la
feminidad.(versión Kindle, no aparece número de página)
Y
para alejarme del debate hombres versus mujeres y centrarme más en el trabajo
remunerado vs el no remunerado, Alexander
von Humboldt,
el naturalista alemán que revolucionó el estudio de la botánica, la
climatología y la ciencia en general (del que hablaré en próximas entradas)
sufragó casi todas sus campañas con la herencia de su padre. Nadie estaba
dispuesto a costear sus empresas que incluían expediciones a lugares remotos,
recolección de material, escritura y edición de sus libros que fueron muchos. Logró
fama y reconocimiento pero no dinero. Trabajaba día y noche y todo lo que hacía
cuando no estaba de viaje era compartir conocimiento. Ayudar a otros a que
investigaran. Incluso prestaba dinero que no tenía. Su obra influyó en toda una generación de naturalistas que vinieron después como Darwin.
Desde el punto de vista del
mercado, su trabajo no tenía valor. No podía vivir de su talento. Pudo sobrevivir
gracias al estipendio del rey de Prusia que le pagaba un salario sin nada a
cambio. Si hubiese decidido que su oficio no tenía “salida laboral”
posiblemente nos hubiésemos perdido un gran aporte a la ciencia y, también, al capitalismo.
Creo que estos ejemplos nos deben hacer reflexionar sobre por
qué el capitalismo, y muchas personas, desdeñan profesiones y oficios que están
al margen del mercado pero que son cruciales para el mercado.
Señores,
no puedo decirlo más claro: tener hijos no tiene salida laboral, hacer ciencia
no tiene salida laboral, limpiar casas, escribir, planchar, no tiene salida
laboral, cuidar niños, enfermos, educar no tiene salida laboral, sin embargo,
todas estas profesiones son cruciales para que el capitalismo siga
funcionando.
Les
dejo de momento. Viene la furia mundialista y creo que dedicaré mis pocas
neuronas a los suplementos de deportes y al fútbol.
Disfruten.
D’Alessandro Mercedes (2017): Economía feminista: como construir una sociedad
igualitaria (sin perder el glamour). Sudamericana.
Etiquetas: división del trabajo, economía feminista, Humboldt, mercedes d'alessandro, mujer, Soumaya Keynes