Hace
unos días escuchábamos la nefasta noticia de que los cinco miembros de La
manada habían sido condenados no por violación sino por abuso sexual a
nueve años de cárcel. Ya todo el mundo sabrá la indignación que generó este
fallo en donde el mensaje que se trasladó a las mujeres y la sociedad en
general fue cristalino: si te resistes, te arriesgas a que te maten. Si te
dejas “abusar”, puede que no te crean.
¿Realmente
creen que a las mujeres les sale a cuenta ir a la justicia?
Pasar
por un proceso judicial de este calibre es un trago muy amargo con el agravante
del componente mediático.
Sin
embargo, algunos ingredientes en esta historia agravan la indefensión de la víctima
y de las mujeres en general.
Hace unos días nos desayunábamos con una malísima noticia, que ahonda aún más mi descreimiento en la justicia.
Los datos de la víctima se habían filtrado durante días. Datos sensibles. Datos
personales. Un error de consecuencias inimaginables.
Este
último hecho resulta gravísimo casi a la misma altura que la misma violación. En efecto,
es una violación aunque de otro tipo. Miles de personas acceden a lo más íntimo,
tus datos personales y tu imagen. Realmente el daño que esto ocasiona es
irreparable.
Realmente,
me permito pensar quién vigila los datos de miles de sentencias que deberían
estar protegidas. ¿No deberíamos, para algunos casos especialmente sensibles,
tener una especie de policía vigilante de los datos de sentencias judiciales? Señores,
no podemos dejar esto solo en manos de la Audiencia de Navarra.
Según,
lo publicado en La
Vangurdia, los mismos periodistas alertaron sobre el hecho. ¿Cómo puede ser
que no haya nadie velando por la protección de estos datos? No a posteriori,
sino antes.
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¿Cómo se comportarían estas vacas asturianas si tuvieran consciencia de ser espiadas? ¿Cómo varía nuestro comportamiento cuando nos sentimos observados? |
Casi
podríamos decir que en estos casos la violación se vive por partida triple. Que
alguien sea víctima de violación es un trauma. Que encima tengas que exponer tu
intimidad a la justicia, supone revivirlo todo y exponerlo a un tribunal y a
unos sujetos que probablemente te difamarán como estrategia de defensa. Y para
colmo de todos los males, si tienes la mala suerte de que se mediatice el caso,
tu vida estará expuesta a toda la sociedad, agravando aún más la sensación de
desamparo. Es como si la víctima hubiese vivido por partida triple una
violación que nunca debió haber sucedido.
Creo
que no somos conscientes de las repercusiones que tiene este asunto en nuestra
individualidad. ¿Podemos entender el derecho a la privacidad como un aspecto de
la dignidad humana? Algunos autores apuntan a esta línea. El derecho a la
privacidad no solo puede prevenir un trauma psicológico o la difamación, sino
que constituye una parte sustancial de nuestra individualidad. Cuando perdemos
eso, algo en nuestra libertad se ve dañado. No actuamos igual cuando nos
sabemos espiados. Es decir, no se trata solo de evitar que la sociedad tenga
una imagen distorsionada de nosotros. Sino de que tenga una imagen, sea cual
sea. Incluso aunque tengamos una buena reputación,
cabe preguntarse, ¿por qué debo tener una reputación? ¿Por qué no puedo
permanecer en el anonimato? De eso se trata cuando hablamos de dignidad humana
y justamente es lo que plantea Bloustein cuando escribió a mediados de los sesenta Privacy as an aspect of human dignity
¨El error estar en
reemplazar anonimato por notoriedad, en transformar la vida privada en un espectáculo
público.¨ (p.169)
Y
continúa:
¨El hombre que es
obligado a vivir cada minuto de su vida entre otros y cuyas necesidades,
pensamientos, deseos, preferencias o gratificaciones están sujetas al
escrutinio público, ha sido desprovisto de su individualidad y de su dignidad
humana. Ese tipo de individuo se diluye en la masa. Sus opiniones, siendo
públicas, tenderán a nunca ser diferentes, sus aspiraciones, siendo
públicas, tenderán siempre a ser
convencionales, sus sentimientos, siendo abiertamente expuestos, tenderán a
perder su cualidad diferente. (p.188)
¿Les
suena este escenario? A pesar de que el artículo es de 1964 no pierde vigencia.
Esta
ha sido es una semana triste. Para la víctima. Para la justicia. Y para todos
los que defendemos la protección de nuestros datos. Hoy en día, nuestros datos
son lo más preciado. Una parte más de nuestro cuerpo. De nuestra alma.
Que
nadie los viole.
Etiquetas: derechos humanos, dignidad humana, Edward J. Bloustein, mujer, privacidad