La habitación, lo privado y las mujeres


Hace poco terminé de leer las memorias de Geoffrey Keynes, The gates of memory[1], el hermano de John Maynard, el economista.
Geoffrey fue un hermano diligente, fue un cirujano exitoso y contribuyó mucho en ámbitos tan variados como la transfusión de sangre y la cirugía de cáncer de mama. Además, era un bibliógrafo aficionado y sirvió como médico en las dos guerras mundiales. Además, le salvó la vida a Virginia Woolf en uno de sus numerosos intentos de suicidio. Sin embargo, vivió a la sombra del economista al que admiraba y del que se sentía rechazado. Por lo que poco que sabemos, su hermano mayor lo ignoraba cosa que hizo sufrir mucho a Geoffrey.
Pero lo que me ha llamado la atención de estas memorias ha sido que la sucesión de hechos que narra se reduce a un desfile de name dropping a lo bestia. Cargos, cátedras, medallas, logros académicos, laborales. Sí, ya sabemos que, al igual que su hermano, se rodeó de gente brillante (Lytton Strachey, Virginia, Rupert Brooke, Henry James, Gwen Raverat, etc). Esto queda claro pero ya aburre.
Hay dos elementos que llamaron mi atención. Casi no hay alusión a su vida privada. (¿se pasaba todo el día en la universidad, en el hospital o con colegas?). Apenas hay referencias a su mujer y a sus hijos[2]. Solo al final cuando habla de Milo Keynes, el explorador, que no quiso estudiar tal como su padre pretendía.
Tampoco hay muchas referencias a mujeres. Por lo menos, no con la profundidad con la que se detallan los vínculos masculinos.  
Es decir, la vida privada y las mujeres casi no aparecen en su obra. Hay descripciones bellísimas de hombres. Tanto en el plano físico como en el intelectual pero… ellas se intuyen. Como cuando aparece Lydia Lopokova, la futura mujer de su hermano. Parece que Geoffrey queda fascinado. 
Lo que está claro es que esa aversión a lo íntimo le lleva al extremo de censurar las cartas de su gran amigo y poeta Rupert Brooke que publica en la década del cincuenta. Puede que el tema de la homosexualidad no le terminara de convencer. En efecto, en sus memorias deja entrever que en cuanto su hermano se casa con la bailarina Lydia Lopokova y abandona las relaciones con hombres, recupera su amistad. 
La verdad, si vas a publicar unas cartas o vas a escribir unas memorias y no vas a hablar de tu vida privada, mejor apaga y vámonos. Es como si un bombero se negara a apagar incendios. Las memorias, las cartas y los diarios nacieron para revelar la vida íntima. La alcoba. El “detrás de escena”. Sino mira, no pierdo el tiempo. ¿Cómo puedes explicar tu vida sin explicar la vida de las mujeres que te rodearon? La esposa. La asistencia. La hermana. La enfermera. ¿Dónde están ellas?
Y seguimos preguntándonos ¿hay alguna relación entre la alcoba y las mujeres?
Michelle Perrot ha dedicado su vida a estudiar estos dos fenómenos. La habitación y las mujeres. Y en establecer un vínculo claro entre estas dos cuestiones Y nos dice en Historia de las alcobas:

 “La habitación es el testigo, la guarida, el refugio, el envoltorio de los cuerpos durmientes, amantes, reclusos, lisiados, enfermos y moribundos (…) en todos los casos se perfila la idea de cerramiento, de seguridad, incluso de secreto”[3]

Justamente eso nos faltó en las memorias del hermano de Keynes a las que hacíamos antes referencia. Faltó la habitación.  Hay todo un ejército de personas detrás de hombres célebres y exitosos como Geoffrey o Maynard y apenas sabemos de ellas. Me refiero a ese “detrás de escena” que muchas veces es más entretenido. Más real. Y hasta más cercano al lector.  
Fuente: Pixabay.

No creo que haya mala intención. Juzgar con los ojos de hoy conductas del pasado es hartante y aburrido. Yo creo que más bien, más de la mitad de la población las mujeres ha vivido invisible en la literatura tanto de ficción como no ficción.
No es que no se nombraran. No me malinterpreten. Solo que las mujeres han constituido ese territorio extranjero que se observa desde la lejanía.  Como los perros, las plantas, los extranjeros. Esa lejanía es tan grotesca, inocente, bestial e ignorante que es imposible de criticar. Es como regañar a un niño de tres años porque no quiere compartir un juguete. Simplemente, su cerebro no conoce la empatía.
Virginia Woolf, en otro plan bien distinto, también otorgó un lugar especial a la habitación. No solo como elemento indispensable para una escritora sino como instrumento de intimidad. La puerta cerrada constituye el paso decisivo para la fuerza creativa. Sin espacio propio y sin intimidad no hay creación.
Lo que pocos saben es que Keynes tuvo una hermana y una madre. Ambas eran bastante activas en el campo de la ayuda social, escribieron libros, trabajaron, incluso la madre fue la primera mujer alcalde de Cambridge en 1932 cuando tenía 70 años, escribió sus memorias y fue muy activa en su comunidad (incluso más que su marido). Su hija Margaret (hermana de Maynard) se dedicó activamente al trabajo social, escribió libros, fundó escuelas[4]. Sin embargo, poco la historia sabe de ellas. Al menos en lo que contribuyeron para que hombres como su hermano e hijos pudieran prosperar.
Y quiero terminar de reivindicar un autor (los hay más seguro) que, por alguna razón se acerca peligrosamente al terreno femenino casi como si lo fuera. Como si realmente las mujeres hubiesen trascendido el mero papel de procreadoras o cogedoras. Uno de ellos es Stephen King en Dolores Claiborne (puedes leer mi reseña en Goodreads) y en sus propias memorias Mientras escribo. Hay vida familiar, hay madre, hay mujer. En definitiva, hay alcoba para tirar al techo. Pero intuyo que son excepciones aunque las cosas estén cambiando.
No es culpa de ellos. No se puede escribir acerca de lo que no se conoce.
Al menos no con pasión.



[1] Como nota de color diré, como ya comenté con anterioridad, el libro lo compré de segunda mano a un céntimo de libra. Toda una ganga. Y por lo que parece estuvo una temporada en la biblioteca.
[2] Sabemos que se casó con Margaret Darwin, nieta de Charles y que ella ocupó un lugar importante. Que escribió un libro. Que estaba allí apoyando a la familia y a sus numerosos hijos a los cuales tenía que cuidar mientras su marido estaba ausente, como él mismo relata en sus memorias. Es curioso que el capítulo dedicado a este tema se llame Marriage to Darwin family. Es decir, no se casó con su mujer. Se casó con una familia de estirpe de la que era preciso nombrar a sus miembros ilustres.
[3] Fuente: Historia de las alcobas (El ojo del tiempo) de Michelle Perrot y Ernesto junquera. De los pocos libros de esta autora traducidos en español.
[4] Ya escribiré más sobre esta activista, dedicada a la ayuda social y, por lo que dicen, amante y el gran amor de Eglantyne Jebb, fundadora de Save de children. Aquí te dejo enlace a una de sus biografías.

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