Privacidad, libertad de expresión y copyright: choque de trenes y la nueva Directiva europea


Un conflicto que no se resuelve


Hoy quiero hablar de la reciente votación a favor de la Propuesta de directiva del parlamento europeo y del consejo sobre los derechos de autor en el mercado único digital[1] que se volverá a votar en la siguiente ronda en enero de 2019. No es mi intención hacer una análisis jurídico ni económico (aunque ya he hablado en más de una ocasión) sobre la relación entre la economía y los bienes intangibles. Esta vez me permito reflexionar sobre qué pasa cuando ponemos en la balanza derechos que entran en conflicto entre sí.  
Me quiero concentrar en particular en el artículo 13[2] de la citada Directiva que me parece que es el más polémico. En el mismo, se intenta garantizar los derechos de autor de los creadores de contenido. Una vez más, la idea sería que haya una tecnología (un algoritmo) capaz de determinar si un contenido viola la ley de derechos de autor.
Seguramente, desde el punto de vista jurídico y, si querés, económico, el argumento es impecable. Alguien produce un bien simbólico e intangible y quiere su recompensa. Punto.
Ese es el simple razonamiento de los que votaron a favor de esta directiva. Pero todos sabemos que cuando defendemos un derecho entramos en conflicto con otros. Y ahí es cuando debemos reflexionar con calma.  
El asunto no está en determinar si defender los derechos de los autores es relevante. Estamos todos de acuerdo en que queremos ser remunerados levantemos bolsas en el puerto, pintemos cuadros por encargo o escribamos monólogos.
Pero, señores, el tema está en dirimir qué estamos perdiendo cuando fortalecemos un derecho. En este caso, hay dos cosas que perdemos. O, al menos, es lo que dicen los que están en contra de la directiva: privacidad y libertad de expresión. A lo mejor al cantautor se la suda que un ciudadano no pueda informar sobre los abusos que están sucediendo en su país. No lo ve porque no lo ha vivido. Y el ciudadano o periodista del país oprimido simplemente se la repanchinga que un escritor deje de cobrar 1,8 euros por libro vendido (antes de impuestos). O puede que incluso al escritor no le interese que haya empresas que no conocemos monitoreando el contenido que subimos a Internet y también puede que haya gente que piense que ya estamos todos vigilados y ya no hay nada que hacer. El tema es que cada lobby pelea por sus intereses y nos vienen a decir que los suyos son los más importantes. No descubro nada diciendo esto. Sigamos.

Cambian los enemigos: todos contra el derecho de autor pero... ¿quiénes son los creadores?

Y aquí surge la paradoja en relación a la privacidad y la libertad de expresión. Tradicionalmente, estos dos derechos han entrado en conflicto entre sí (ya hemos hablado sobre el vínculo entre estos dos derechos en otras ocasiones) pero, hete aquí, que, en este caso, se han tenido que unir dos lobbies que se detestan para luchar contra un enemigo común: el de los derechos de autor. Y eso no deja de ser interesante.
Yo creo que, más allá de que haya que remunerar a los creadores, el asunto está en determinar en primer lugar ¿Quiénes son los creadores? ¿No estamos viviendo en una sociedad creativa en la que todos somos susceptibles de convertirnos en creadores de contenidos? ¿A quién se protege con esta ley? ¿A los miles de creadores anónimos que nos entretienen con sus memes? ¿O a los que están unidos bajo el paraguas de un intermediario que recauda para ellos?
Y haré una pregunta aún más atrevida: ¿Está el productor y consumidor de memes a la misma altura que el que compone una canción? No seré yo el que dirima esta cuestión. Pero sí lo hará el mercado y me atrevería a decir que el mercado de "memes" está creciendo a un ritmo vertiginoso.
Y en este sentido, estaría bien saber: ¿está pensada esta ley para un tipo muy concreto de creador?
Pues, que lo digan claramente.
Más allá de que nos gusten más o menos los memes que escuchar una canción, ambos creadores deben tener los mismos derechos ¿no?
Pero elevemos un poco más la conversación.

¿Plagiar es robar? Sobre el proceso creativo y el azar

Debemos ahondar más en el terreno de la creatividad. Los que se dedican a crear bienes simbólicos saben que no están aislados de la sociedad. Así como el escritor necesita leer mucho para escribir bien, el músico necesita nutrirse de otras músicas, el cocinero ser un buen comedor, etc.
Es decir, lo que somos actualmente se lo debemos a la sociedad que nos rodea. Con sus miserias y sus hermosuras. La idea del self made man que piensa que todo es producto de su talento, no la compro, señores. Hay buenas dosis de serendipia y azar en el desempeño de una persona a lo largo de su vida (he hablado sobre ello en El cisne negro para dummies: azar, política y narrativa) y of course, nos nutrimos del talento de otros. Por eso me cuesta delimitar la propiedad sobre este tipo de bienes (no solo a mí. Hay toda una disciplina y un campo de conocimiento rompiéndose los sesos en determinar la propiedad de estos bienes y las consecuencias que tiene no poder hacerlo con facilidad[3]).
Señores, ya está todo inventado en algún lugar del universo pero… ¿acaso importa? ¿Por qué ese afán por ser originales? El creador debe conmover, entretener, hacer pensar, lo que sea. ¿Qué importa si ya lo hizo alguien antes? Anatole France (Premio Nobel de Literatura en 1921) tiene una reflexión magistral:

“Un espíritu preocupado únicamente por las letras no se interesa por tales discusiones. Sabe que ningún hombre puede presumir razonablemente de haber pensado algo que otro hombre no haya pensado ya antes que él. Sabe que las ideas son de todo el mundo y que no es posible decir: “Esta es mía” (…). Reconozcámoslo. Morimos de orgullo. Somos inteligentes, diestros, curiosos, inquietos, osados. (…). Queremos asombrar y eso es todo lo que queremos. Una sola alabanza nos conmueve, la que pone de relieve nuestra originalidad, como si la originalidad fuera algo deseable en sí mismo y como si no existirán tanto malas como buenas originalidades” (p.24-26)[4]

¿Cómo pagamos al creador? ¿Garantiza el actual sistema de derechos de autor su subsistencia?

Y por último está el asunto del sistema de remuneración de los artistas. Hay algo que no está funcionando del todo. Si  existen tantos problemas para cobrar lo mínimo que necesitan para comer (¡los artistas y creadores también tienen esa mala costumbre!) ¿No habría que repensar el sistema de pago de los creadores? Ya he hablado de la economía de la creatividad. Los objetos ya no son importantes, sino el acceso que tenemos a ciertas experiencias, ya lo dejó bien claro Jeremy Rifkin en La era del acceso.
En este contexto, si el hecho de que cobre un autor depende de limitar el acceso, con la dificultad que ello significa, a un consumidor ¿podemos decir que esto está funcionando? Con la nueva directiva todo apunta a que se encarecen los costos de limitar el consumo y encima perdemos otros derechos que son al menos igual de importantes (yo creo que más). No tengo una respuesta clara pero también hay que repensar la manera en que gestionamos lo que producimos cuando nos dedicamos a intentar vivir de nuestra creatividad. Tal vez puede que compense tener un libro gratis para que se vendan otros. O regalar una canción para que tu público vaya a un concierto. O ir de tertuliano a un programa de televisión para que luego compren tu libro o aumenten las visitas a tu blog monetizado. El oficio de la creación es distinto a otros. No responde al patrón clásico de horas de trabajo y sueldo acorde. A menudo los artistas tienen que darse a conocer. Tienen que producir ciertos bienes y servicios sin saber a priori cual será la remuneración. En general, se trabaja con un nivel de incertidumbre que poca gente es capaz de sostener. Solo renunciando a muchas cosas, el creador puede asumir toda esa incertidumbre. Y pienso que para este escenario, la forma de compensar a los artistas no está funcionando.
Es decir, pretender que nada cambie cuando la tecnología está transformando todo es al menos un poco necio. Dudo mucho que Shakira haya visto menguar sus ingresos por culpa de las violaciones a sus derechos de autor. La clave está en poder tener un sistema de remuneraciones que escape el, tal vez, obsoleto sistema de derechos de autor. Es lo que hacen los superventas cuando despegan, alejarse de los derechos autor y sumergirse en el apetitoso mundo de los sponsors, el merchandising, etc. es decir, diversifican el riesgo. Porque señores, intentar vivir solo de los derechos de autor es altamente riesgoso. ¿Vamos a defender un sistema de copyright que tampoco está dando de comer a la mayoría de artistas? ¿Vamos a poner en riesgo derechos tan fundamentales como libertad de expresión o la privacidad en pos de unas migajas que solo benefician a unos pocos? No lo veo claro.
Y seamos honestos y me reitero: ¿Quién vive exclusivamente de los derechos de autor? Justamente, al que le llega a ir bien empieza a diversificar su cartera y se aleja del arriesgado copyright para acercarse a formas más seguras. Los sponsors empiezan a ser más importantes. Se empieza a abrir una serie de oportunidades que justamente apunta a escapar del siempre dramático y antiguo sistema de remuneración de copyright.
Internet cuando era un cosmos anónimo, allá por los noventa. La época dorada para muchos. Viñeta de Peter Steiner aparecida en el New Yorker en 1993. Fuente: https://www.flickr.com/photos/hackaday/2186706758

Ojo, no estoy diciendo que haya que abolir la ley de copyright. Invito simplemente a la reflexión y a pensar que pretender vivir 100% de derechos de autor puede que ya resulte vintage. Necesitamos gente que piense en nuevas formas de remuneración de los artistas porque es el colectivo peor pagado.
Hoy en día si un escritor quiere vivir solo de copyright ¿Cuántas copias de su libro debería vender? Un ejemplo burdo pero esclarecedor: si un escritor publica en una editorial tradicional corresponde al autor el 10% del precio de tapa. Por ejemplo, si vende su libro a 18 euros, le corresponderá 1,8 por libro, ¿Cuántos tendrá que vender al mes para llegar al salario mínimo[5] que en España en 2017 está en 735, 9? ¡Pues más de 400 libros al mes, es decir, más de 4.900 ejemplares al año! Y el cálculo es antes de impuestos, o sea que lo que llega al autor es menos. ¿Ven como no es rentable el actual sistema de derechos de autor? ¿Por qué se creen que muchos deben tener otra profesión para subsistir?
Hay quien, ante esta situación pueda plantear acabar con el actual sistema de copyright pero también podríamos plantear no destruirlo sino ¡mejorarlo! ¿Cierran las cuentas si doblamos el porcentaje de precio de tapa? Amazon lo hace pero te cobra una comisión que en la práctica tampoco te permite la subsistencia. ¡Y me saltará algún editor tradicional que me dirá: si doblamos la remuneración a los autores, no nos cierra la ecuación a los editores!
Entonces, ¿Qué conclusión sacamos?
Que como siempre pasa en economía, para que algunos les cierren las cuentas, a otros NO les tiene que cerrar. Si no, no hay mercado (¿No les suena un poco marxista todo esto?).
Al final, como siempre, todos estos debates morales y éticos se transforman en un debate económico que se resume en:

¿Quién paga los tragos?

Puede que salga una directiva que lesione derechos fundamentales como la libertad de expresión o  a la privacidad. Y el escándalo no debiera ser que un grupo de autores defiendan sus derechos sino que la sociedad piense que es más importante salvaguardar un derecho de autor que tampoco les da de comer por derechos tan importantes para la democracia como el derecho a la libertad de expresión o a la privacidad.
¿Quién en su sano juicio está dispuesto a entregar monedas de oro para salvaguardar unas migajas?
Eso es todo lo que tengo que decir. ¿Eres autor? ¿Eres creador? ¿Qué opinas de todo esto?
¡Te espero en los comentarios!


[1] La propuesta del 2016 fue tumbada el julio pasado por lo que se hicieron enmiendas que fueron aceptadas en la pasada votación de septiembre de 2018.
[3] Los dos libros de Jeremy Rifkin La era del acceso y La economía del coste marginal cero (ambos editados por Paidós) pueden orientarte en la materia. Aun con sus luces y sus sombras son dos libros claves para entender este nuevo capitalismo. A mi juicio tiene una visión demasiado poco lúgubre para mi gusto.
[4] France, Anatole. Apología del plagio. José J. de Olañeta Editor. 2014
[5] Fuente: http://www.salariominimo.es/2018.html

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