Hace
poco hablamos de la poca presencia de mujeres en la ciencia económica y nos
hacíamos eco de las palabras de Soumaya
Keynes al referirse a cómo este hecho puede influir en la producción
científica. Hoy quería seguir ahondando en esta idea y preguntarnos ¿Cómo
influye en el conocimiento la situación particular del observador o
investigador? ¿Es relevante para entender lo que se investiga o por qué se investiga?
Los
escritores a menudo nos hacemos preguntas que los economistas y los científicos
no se hacen. Hay demandas de la población que deben ser resueltas pero no
sabemos cuáles son las importantes ¿Quién establece las prioridades? ¿Es el
mercado? ¿Son los hombres en su libre albedrío y curiosidad?
Un
camino interesante lo plantea la standpoint
theory, que plantea que el conocimiento científico depende del lugar que
ocupe el investigador en la sociedad. ¿Es hombre? ¿Es mujer? ¿Es pobre? ¿Lo
engañó su mujer? ¿Tiene hijos? ¿Le cuesta llegar a fin de mes? ¿Lo mordió un
perro? Esta teoría feminista, que encuentra sus orígenes en la noción de amo y
esclavo de Hegel, empezó a reflexionar
sobre cómo el hecho de ser hombre o mujer afectaba a la producción de
conocimiento.
Digamos que la idea sería saber ¿qué pasa cuando le damos voz a los marginados?
¿Pueden generar conocimiento válido en relación
a los problemas de la sociedad los que no padecen esos problemas?
Me
parece un punto de vista interesante para abordar no solo en relación al
feminismo sino al conocimiento en general. Ya he hablado en otros artículos sobre
el
trabajo visible y el trabajo invisible y ya sabemos que a las mujeres se
les asigna todos aquellos trabajos que los hombres no quieren hacer como cuidar
a los niños, a los ancianos, a los enfermos, educar, etc. Esta corriente
feminista postula justamente enfocar la mirada en la mujer para entender no
solo el universo femenino sino también el masculino. Poniéndole luz al trabajo
invisible de las mujeres podemos entender mejor el trabajo visible de los
hombres. Creo que para ello debemos cambiar el relato que venimos escuchando de
los grandes hombres de la historia.
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Uno de los grandes amores de Keynes: el pintor Duncan Grant |
En
este tiempo, me he pasado leyendo
algunas biografías, confieso que es un género que me encanta (puedes leer mi
último artículo Biografía
y periodismo rosa: dos géneros denostados y… terriblemente exitosos) y he leído
varias memorias y biografías en relación al grupo de Bloomsbury del que mis
lectores ya saben que he escrito bastante (aquí un
compilado de artículos que escribí sobre esta panda). Es interesante destacar
lo siguiente. Hemos leído bastantes biografías en torno a Virginia Woolf, a su
mundo, a su amor por Vita Sakville West, y sobre la apasionante vida de Carrington
y su triángulo con Lytton, Duncan Grant
y… Maynard Keynes.
Sin
embargo, cuando agarras los relatos que hay sobre la vida de Keynes, parecen
destacar sobretodo la vida del economista dejando de lado mucho de los aspectos
íntimos que ayudaron a que Keynes fuera quien fue en el ámbito público. Puede que
el problema radique en que algunos de sus autores… también son economistas. Pero
encuentro algo fallido. Es como si hablaras de un edificio sin mencionar los
cimientos. Es sabido que en la primera biografía de Keynes escrita por uno de
sus discípulos, Harrod, (La
vida de John Maynard Keynes, FCE, 1958),
capó todos sus amoríos homosexuales, en ese sentido Skidelsky enmienda ese
error (probablemente el paso del tiempo haya ayudado a que pueda sentirse más
libre para escribir, el último escollo para Skidelsky fue sin dudas Geoffrey
Keynes, su hermano, que estaba preocupado por lo que se pudiera decir en relación
a su homosexualidad, no le permitió sino hasta muy tarde acceder a su papeles
personales (Personal
Papers, hoy depositados en el Archivo del King’s College de la Universidad
de Cambridge). En efecto, el mismo Geoffrey en sus memorias The
gates of memory no hace mención al asunto y es conocido su censura en The
letters of Rupert Brooke en las que editó el material de forma notoria
para que no aparecieran referencias a su sexualidad).
Por
lo tanto, sigue sin haber un relato certero sobre la vida de este
economista que era parte del grupo Bloomsbury y aportó mucho al arte y a la
economía. ¿Será ese prejuicio de que hablar sobre la vida íntima y los
sentimientos de un economista le quita prestigio a sus teorías?). Puede que haya
algo de eso y puede también que necesitemos hacernos con una idea más completa
de las teorías económicas de Keynes haciendo una lectura más “feminista” de su
vida. En Imaginative
methods: A feminist rereading of John Maynard Keynes de Cassandra
Forster-Broten, la autora aborda esta idea de comprender mejor al personaje y a
sus teorías a partir de una mirada más completa a su vida íntima dejando de
lado esa pretensión de “objetividad” que se busca desde la ciencia.
Y
todo esto me hace reflexionar sobre la ciencia económica pero también sobre la
literatura. Me gusta esta manera de ver el mundo pero siento una lejanía muy
grande por la manera en la que los economistas piensan la ciencia económica. Tengo
la leve intuición de que no hay vasos comunicantes entre lo que piensa un
economista y otras disciplinas. Creo que la literatura, la sociología, la
antropología son más permeables a nuevas miradas. Será por eso que hace mucho
que abandoné el estudio de la economía. Bueno, no el estudio de la economía,
sino a los economistas.
Es como si se bastaran y se sobraran con ellos
mismos. Y volviendo a Keynes, ¿son sus teorías producto de una época? ¿Está
caduca su forma de ver el mundo? ¿Qué podemos rescatar de la historia económica?
No podemos juzgar a personas de antes con los ojos de hoy pero creo que podemos
obtener un relato interesante y divertido si logramos esbozar una hipótesis acerca
de cómo llegó Keynes a ser quien fue y
por qué fue tan importante para el mundo.
Y
puede que el hecho de que haya sido hombre sea un ingrediente importante en
esta historia.
Y
también puede que el todo este debate al economista tradicional, no le importe
en absoluto.
Por
eso, no me junto con ellos.
Que
tengan un feliz verano.
Etiquetas: Bloomsbury, división del trabajo, feminismo, Keynes, Lytton Strachey, Michael Holroyd, Soumaya Keynes