Laura
se casó a los catorce años, emigró y terminó limpiando la casa de Julia,
profesional acomodada que está feliz con el movimiento feminista actual. Gracias
a otras mujeres que se movieron, pudo ir a la universidad y trabajar casi a la
par que su marido.
Además,
no realiza ninguna tarea doméstica, ni cuida a su hijo. Para eso está Laura,
que tuvo que dejar a sus dos hijos en su país de origen para cuidar el de Julia.
Laura no eligió tener hijos pero se casó a los catorce y los tuvo muy joven. Nadie
le preguntó si se quería casar, qué carrera quería estudiar, ni cómo ponerse un
DIU. Dejó la escuela con 13. Y emigró con veinte abandonando a su marido
borracho que apenas trabajaba. Ella ve por televisión el movimiento de actrices
con curiosidad pero hay un abismo. Necesita el dinero. Ni tiempo de manifestarse
tiene.
Julia,
la profesional, acude a la última manifestación. Quedan con sus amigas. Y luego
se van a cenar. Charla, se toma unos vinos y se ríe mientras sube fotos a
Instagram desde su I Phone.
Sin
embargo, casi no piensa que en su propia casa hay alguien, como miles, que no
han disfrutado ni un décimo de la liberación de las chicas de clase media y
alta de países occidentales.
Hace
unos pocos meses nos hacíamos eco del último y controvertido libro de Barbara
Ehrenreich Causas
naturales.
Después
de haber leído hace unos años Nickel
and dimed, me había olvidado de ella completamente hasta este año.
Hay
algo curioso.
En sus libros siempre subyace una idea madre que enlaza una obra
con la otra y, al ir para atrás, me di cuenta de que no puedes entender el
alcance de Causas naturales sin leer Sonríe o muere, ese manifiesto en contra
de la felicidad impostada.
En
ese camino hacia atrás, me encontré revolviendo las bibliotecas de mi zona y
encontré la madre del cordero.
La
idea primigenia. Diría el germen de su pensamiento.
Mucho
antes de que el feminismo se pusiera de moda y se transformara en un grito global,
Barbara estaba ya trabajando de cerca por la desigualdad, eje central en su
estudio sobre el feminismo. Ella es la primera crítica de un movimiento que no
sabemos hasta qué punto cuestiona el origen de muchos de nuestros problemas: el
capitalismo.
¿Puede
un feminismo que reivindica la individualidad ser realmente de ayuda a todas
esas mujeres desprotegidas?
Varias
cuestiones y preguntas dispara la autora. Como es habitual en ella, se nutre de
la historia, de la ciencia y de la filosofía para entender la forma en que los
expertos han tratado a las mujeres.
Pero
volvamos para atrás.
Todo
comenzó con la escritura de un manifiesto llamado: Brujas, parteras y enfermeras que
da cuenta de la historia de la medicina. O, de forma más concreta, la historia
de la persecución de las mujeres como sanadoras. Antiguamente, ellas eran las que
cuidaban, sanaban y administraban los remedios.
En
ese contexto, cabe preguntarse ¿qué pasó para que siglos después la profesión
médica esté en manos de hombres? Barbara escribe este libro hace más de
cuarenta años (en España la profesión médica está en manos de mujeres,
que ocupan más del 60% de los puestos pero no de dirección, ahí siguen mandando
los hombres).
Para
responder a esa pregunta, la autora se adentra en la historia de la caza de las
brujas en Europa y luego en Estados Unidos y el proceso de transformación de la
medicina en una especie de ciencia. El retrato es norteamericano pero aplica a
cualquier país occidental y de allí al predominio de los expertos. Barbara es
fuertemente critica de la ciencia y de los científicos (en sus siguientes
libros esto está más claro aún).
Sin
embargo, encuentro lo más jugoso de la obra hacia al final.
Se
habla de la liberación femenina y de un nuevo feminismo que desprecia el mundo
del hogar. Un universo en el que reina la cultura de la soltera que es
independiente. Un discurso que exacerba el individualismo hasta el extremo. En
algún sentido, este nuevo feminismo se desprende de las corrientes originarias
que alzaban la voz por los más desfavorecidos. Como bien señala la autora, esta
nueva soltería va a ser funcional al capitalismo y va a fomentar el consumo
mucho más. En sus propias palabras,
“Un capitalista sensato
no podía sino alegrarse de la nueva tendencia autoindulgente de las mujeres. El
romanticismo sexual había mantenido un mercado para viviendas unifamiliares,
grandes coches, grandes electrodomésticos y cereales con sabor a frutas para el
desayuno. Pero ahora era evidente que un soltero sibarita podía consumir más
que una familia de cuatro miembros. (p.325)
Tiene
lógica, mientras que antes un televisor servía para toda una familia, ahora era
factible vender más aparatos a todos aquellos miembros que viven separados. Con la reducción en el número de miembros de la familia, se han perdido
economías de escala que las empresas han sabido aprovechar muy bien.
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Fuente: https://fightback.org.nz/2013/06/29/what-is-work-wage-labour-unpaid-work-and-feminism/ |
La
independencia de la mujer ligada al consumo hizo que el feminismo se
transformara en algo menos marginal (y hasta cool). Este nuevo feminismo no
cuestiona. Es el sálvese quien pueda.
Es
en este contexto, que surge lo que la autora llama, la psicología pop. Es
decir, se abandona el freudismo para centrarse en terapias cortas que ahondan
en el concepto de buscar la propia felicidad. Vemos aquí el germen de su
siguiente libro Sonríe o muere. O esa
psicología que se apoya enteramente en el individuo y que está en estrecha
armonía con el capitalismo actual.
El mensaje es claro: no pierdas el tiempo quejándote,
no da resultado. Concéntrate en tí mismo, en tu espiritualidad. En este
contexto, se da el auge de los libros de autoayuda en donde solo importa la
propia felicidad.
Manifestarte
no sirve. No te quejes, que aburres.
Sin
embargo, vivimos en una sociedad en donde la justicia llega tarde y funciona
mal y puede que lo único que nos quede sea la fuerza social. El movimiento de chalecos
amarillos en Francia así como otras iniciativas de corte netamente
feminista como el llamado #metoo
argentino, nos deberían hacer plantear cómo las redes sociales y el
escrache son herramientas de castigo más contundente que la cárcel misma.
Las
mujeres han vivido en situación de desigualdad mucho tiempo y puede que la
justicia siga trabajando como un gran mastodonte que no da respuestas. Por suerte,
siempre estará la calle y el activismo como vieja herramienta. Ser espiritual
está muy bien pero no cuando olvidamos al prójimo.
En
efecto, Barbara habla de una liberación ambigua de la mujer. Es más
independiente, ha ganado derechos pero se sigue enfrentando a los mismos dilemas
y escollos que hace décadas, solo por el hecho de ser mujer.
Además,
en los últimos cuarenta años, se ha sumado otra mala noticia: el aumento fuertísimo
de la desigualdad.
En ¿Puede el feminismo sobrevivir a la
polarización de clase? Barbara arremete contra ese feminismo que solo ha
beneficiado a las clases media y altas. Hay más mujeres en la universidad, en
profesiones como la medicina, etc. pero ¿qué pasa con todas aquellas mujeres
que están en entornos desfavorables? ¿Pueden ejercer sus derechos como las más
acomodadas? Ella lo dice más claro:
Fueron las mujeres educadas de clase media las que usaron con más éxito
la ideología y solidaridad feministas para progresar profesionalmente. El
feminismo también ha jugado su papel en las luchas de las obreras (por ejemplo,
en las manifestaciones sindicales de las trabajadoras no cualificadas de las
universidades) pero probablemente su mayor efecto económico individual fue
abrir a las mujeres las profesiones antaño reservadas a los hombres. Entre los
70 y los 90, el porcentaje de las estudiantes femeninas en las universidades de
negocios, medicina y abogacía subieron de menos del 10% a más del 40%.
Barbara
apela a aquel primer feminismo:
“Las fundadoras del
primer movimiento feminista fueron activistas formadas en los movimientos antibélicos
y de derechos civiles. (…) Inevitablemente, plantearon la analogía entre las
mujeres y los negros, entre las mujeres y todos los demás oprimidos.” (p.350).
Parece
que este nuevo feminismo, según la autora, cuestiona poco la desigualdad y el
actual capitalismo. Y al final pendulamos en dos extremos que Barbara llama el “romanticismo
de las afueras” y el racionalismo de los manuales de autoayuda.
¿No
hay nada en el medio?
Es
decir, ¿puede haber algo entre la señora de los suburbios antiabortistas y la
chica Cosmo?
Yo
creo que sí. Hemos avanzado mucho pero, insisto, al final, un verdadero
feminismo tiene que cuestionar el sistema económico en el que está inmerso. No se
puede desligar una cosa de la otra.
Recomiendo
este libro. Te hace pensar con calma. Sin eslóganes sobre la sociedad que
queremos y cómo llegamos hasta acá.
Que
tengan unas hermosas fiestas.
Etiquetas: Barbara Ehrenreich, capitalismo, economía feminista, feminismo, medicina