Causas naturales de Barbara Ehrenreich para dummies: la obsesión por la vida sana y los chequeos médicos (1)


Ajo negro. Sal del Himalaya. Spa. Herbolarios con mueslis a precios prohibitivos. Chequeos médicos constantes. ¿Qué relación hay entre la vida sana, el capitalismo y la industria de la salud? De todo esto hablaremos hoy a propósito del último libro de Barbara Ehrenreich Causas naturales. Cómo nos matamos por vivir más (Ed. Turner Noema) que tantos temas toca a la vez. Filosofía de ciencia. Biología. Medicina. Vida sana. Capitalismo.

¿Por dónde empezar?
Para ello, volvemos al formato pregunta-respuesta que ya hemos utilizado en El cisne negro para dummies y en  Piketty para dummies.
Cualquiera que haya leído la obra de Barbara Ehrenreich sabe que es mucho más asequible que la de Taleb o Piketty pero me parece que señala cosas tan potentes y de tan diverso índole que justifican un buen resumen que resalte lo principal de su pensamiento.
Así que allá vamos. Esperemos que después de esta conversación entre un canguro y un tonto profesional, logre por lo menos plantearse asuntos que hasta entonces estaban enterrados.
Eso es lo que me pasó a mí.

Empecemos por el principio ¿Quién es Barbara Ehrenreich y por qué debo interesarme por sus libros?
Barbara se hizo famosa para el gran público cuando sacó Nickel and dimed. Un libro en el que como periodista de investigación se propone realizar los trabajos peor pagos de Estados Unidos y sacar algunas conclusiones (como que no son trabajos tan pocos cualificados como cabría esperar.)
Pero Barbara tiene una vida anterior: es bióloga y doctora de Inmunología que después de un tiempo deja su carrera como investigadora y se hace periodista de investigación y activista por los derechos de las minorías, en especial, de las mujeres. Sus libros mezclan el trabajo de campo, las entrevistas, la historia, la filosofía y la divulgación científica.

Vale, pero te estás alargando ¿Cuál es la idea central de Causas naturales?
En una de las numerosas conferencias que dio Barbara Heinreinreich para promocionar su último libro dijo que quería titularlo Old enough to die, algo así como Suficientemente viejo para morir pero su editor, con buen tino, le dijo que con un título así, era imposible regalar la obra a su madre. Hay una fuerte declaración de intenciones: ya soy lo suficientemente viejo para morir.

¿Es una apología de la eutanasia?
Yo no diría eso aunque supongo que Barbara estaría a favor de ese escenario si fuera necesario. Más que nada está pensando en toda una generación de gente que se entrega a esa incansable labor que es intentar alargar la vida (en especial la gente que está por encima de los setenta).

¿Cuáles serían esas labores para, en teoría, alargar la vida?
Barbara abre varios frentes. El primero es el de los chequeos médicos constantes y el otro es el del pensamiento positivo encarnado en su visión más cruel:  el mindfulness.

¿Qué tienen de malo los chequeos médicos y las técnicas de mindfulness?
Lo que tienen en común estas dos prácticas es que se pone al individuo en el centro de la escena. Todo depende de uno. Tanto en la salud como en el mundo del trabajo, no hay lugar para el contexto ni para el azar. Imagínate lo cruel de esto.  Todo es tu culpa. Lo bueno y lo malo.  Y Barbara se pregunta: ¿por qué cuando un hombre muere por debajo de los setenta, se considera que es una tragedia y se somete al paciente a una autopsia moral? ¿Ha bebido? ¿Qué tipo de cáncer tenía? ¿Hacía ejercicio? ¿Iba al médico? Siguiendo la estela que ya dejó con Sonríe o muere. La trampa del pensamiento positivo (Ed. Turner Noema), Barbara Hehrenreich critica la fuerte idea de responsabilizar al paciente al 100% de su devenir físico.  Piensa en positivo y te curarás, haz ejercicio, medita, haz yoga, come ajo negro, sal del Himalaya. Por Dios, ¡Basta! Qué stress.

¿Pero entonces, resulta que no hay que hacer nada para contribuir a tener salud? ¿Puedo dedicarme sin culpas a comer papas fritas todo el día?
Yo no diría eso. Cuidarse está bueno siempre que te haga sentir bien. Mientras no se llegue a la obsesión, no creo que haya problema en llevar una vida sana si eso no entorpece tu concepto de felicidad.  Y en este sentido, la apuesta de Barbara es original. A partir de su propia experiencia con el cáncer de mama, arremete fuerte contra un sistema sanitario diseñado para que ganen unos pocos. La autora supera su cáncer pero no con pensamiento positivo. Lo supera cabreadísima con un sistema que le dice que sonría todo el rato y que incluso debe ver la enfermedad como un regalo. Por otra parte, las constantes campañas a favor de la detección precoz (no de la prevención) parecen disparar un dilema importante ¿Hasta qué punto compensan tantos tests médicos? ¿No se nos está yendo la vida intentando vivir más? ¿A qué industrias benefician estas campañas?

Espera, espera. ¿Me estás diciendo que todos esos estudios invasivos de detección precoz no sirven para nada?
No estoy diciendo eso ni es lo que dice la autora pero parece no haber una evidencia científica de que esos tests alarguen la vida. En grandes poblaciones no se ven beneficios claros.

Pero entonces, ¿qué le decimos a aquellos que dicen: gracias este estudio me detectaron un tumor. Ese estudio me salvó la vida?
Barbara plantea un asunto controvertido en este aspecto. La medicina parte de la premisa de que el tamaño del tumor es un indicio de su peligrosidad. ¿Cómo sabes que ese tumor va a crecer y ser un cáncer? ¿No estamos matando moscas a cañonazos? Pueden existir tumores pequeños y muy agresivos o grandes y totalmente inocuos. En el mejor de los casos, que un estudio te salve la vida es una información incontrastable. De alguna manera, el sistema viene decirte: ¿ves cómo te sacamos algo que luego podría haber sido malo? ¿Pero hay una base científica para hacerlo o estamos intentando comprar tranquilidad?

Entonces ¿por qué se recomiendan estudios para los que parece no haber una evidencia científica clara? ¿Hay alguna teoría de la conspiración?
En este tema Barbara abre dos frentes: uno más mundano y otro más teórico. ¿Quién gana con tanto test? ¿Hay farmacéuticas detrás? Este parece ser el caso pero también habla de “ritual” un concepto tomado de la antropología para entender las prácticas en las distintas sociedades pero en el que la medicina lejos de ser una ciencia es una especie de liturgia. Es una idea polémica pero se basa en analizar los supuestos beneficios de determinadas prácticas para darse cuenta  de que no existen. La bata blanca, el consultorio. Los aparatos. Toda esa parafernalia ¿está realmente sustentada en información fiable? Si a esto le sumamos que hay empresas que ganan plata con nuestra salud ¿no hay un conflicto de intereses?[1] El problema creo yo es que se rompe la confianza. Si ya no podemos confiar en nuestros médicos ¿cómo distinguimos a los buenos de los malos? Al final, pierde el paciente que corre el riesgo, de dejar de hacerse un estudio necesario o, lo más probable, someterse a tests completamente innecesarios. En ambos casos, el paciente es el eslabón más vulnerable.  

¿Está el sistema propagando la idea de que nuestra mente puede controlar nuestro cuerpo?
Y aquí Barbara abre un debate interesante que la lleva desde la biología molecular a la filosofía de ciencia en un viaje vertiginoso que roza hasta lo literario. Todo comenzó cuando la autora leyó un artículo en la revista científica Scientic American sobre el rol que cumple los macrófagos, un tipo muy especial de células inmunes. En los últimos años se están barajando nuevas hipótesis en base a recientes descubrimientos que dejan en shock toda una cosmovisión de la medicina y de la ciencia.
A saber, el sistema inmune que en la juventud nos protege contra los microbios y otras enfermedades, es el encargado de fomentar los tumores y llevarlos a otras partes del cuerpo. Es el encargado de disparar enfermedades autoinmunes y es el encargado de apoyar a las células malignas que fomentan el Alzheimer y otro tipo de trastornos ligados a la vejez. En sus propias palabras:
Los macrófagos proporcionan factores de crecimiento a las células cancerosas y ayudan a construir los vasos sanguíneos que necesita un tumor en desarrollo (p162).

Pero si esto es así, ¿por qué nos bombardean todo el rato con fortalecer el sistema inmune? ¿Nos han engañado todo este tiempo?
No queda del todo claro. Puede que el sistema inmune sea tu aliado en la juventud (y ni si quiera) pero decididamente las cosas cambian cuando llega la vejez. Pero no solo eso: Barbara acusa a parte del colectivo científico de callar esta traición en pos de un discurso que ha calado en la opinión pública en el que para combatir el cáncer hay que fortalecer el sistema inmune y de que la mejor manera de hacerlo es pensando en positivo.

Hay toda una corriente que nos dice que si somos positivos nos vamos curar o no nos vamos a enfermar ¿qué hay de cierto en eso?
Estas aseveraciones, más cercanas al pensamiento mágico o al chamanismo, que a la verdadera ciencia, son el tipo de cosas que quiere denunciar la autora. Y yo diría, ¿se está aprovechando el barniz científico para colarnos cosas más cercanas a la pseudociencia? ¿No es eso abuso de poder como cuando antes el cura, en su calidad de mensajero de Dios, te decía que es pecado?

Me estás contando un cuento de ciencia ficción. Unas células que se supone que nos tienen que proteger de los microbios, resultan que son las que facilitan el crecimiento y propagación de tumores. Suena escalofriante.
Efectivamente. Volviendo a la biología, Barbara habla de “traición celular” por parte de estas células concretas llamadas macrófagas que tienen la facultad de ser bastante autónomas. En su juventud, cuando hizo su tesis sobre ellas, eran las buenas. Las heroicas. Las que nos defendían. Eran la primera línea de defensa. Pues, resulta que no. Estas células inmunes  son las que nos traicionan. Y se unen al enemigo. Llevándolo de paseo por nuestro cuerpo y propagando la enfermedad. Es decir, por más quinoa y kale que comas si un macrófago se vuelve loco estás perdido. No hay sal del Himalaya que te salve.  El descubrimiento, conmocionó a Barbara (ella que sufrió un cáncer de mama en el año 2000) y le hizo replantear la manera en que la ciencia concibe al cuerpo.

Espera, espera.  ¿No éramos una máquina perfecta? ¿No reinaba la armonía al interior de nuestro cuerpo? ¿No tenía cada órgano, cada célula, una función en la vida?
Pues, lejos de haber paz, al interior de nuestro organismo se está librando una batalla, una lucha feroz por la supervivencia. Lo deja claro: “el cuerpo puede ser un campo de batalla en el que las células y tejidos se enfrentan en una lucha a muerte” (p.142). ¿Por qué las células iban a trabajar armoniosamente de la mano al mandato de una fuerza superior cuando pueden hacer lo que les convengan más a ellas?

A ver, a ver. Para. Me estás diciendo que las células de nuestro cuerpo, a veces se vuelven locas y hacen lo que quieren. Pero la gran pregunta es ¿por qué?
A la pregunta de por qué la célula se vuelve loca, Barbara responde ¿por qué habría de obedecer? ¿A quién debe obedecer? ¿Por qué debemos suponer que trabajan en un régimen de semiesclavitud? ¿No es un poco egocéntrico pensar que todo el reino animal y celular está al servicio del hombre? ¿Por qué habrían de obedecernos? 
Debo confesar que todas estas elucubraciones, me perturbaron. Me llevaron a un  terreno complicado que requería de un análisis más profundo.

Efectivamente. Es abrumador pensar que hay libre albedrío en las células de nuestro cuerpo. Es una idea que cuesta asimilar.
Pero, si lo pensamos más profundamente ¿no deberíamos relajarnos y pensar que si hay libre albedrío es poco lo que podemos hacer por alargar la vida? ¿No es esa misma noción la que nos impulsa a vivir la vida con más felicidad y altruismo? Es decir, en el fondo, encuentro todo esto bastante liberador.

DE MOMENTO, LO DEJAMOS ACÁ. ES MUCHA INFORMACIÓN. MAÑANA, LA SEGUNDA PARTE. NO TE LA PIERDAS.
Ya puedes leer la segunda parte aquí
¿Y tú que opinas de todo esto? ¡Te espero en los comentarios!


[1] Ya he hablado en Médicos y pacientes: ¿se puede cuestionar el sistema de salud actual si que piensen que has entregado tu vida al chamán de turno? sobre la pérdida de confianza entre médicos y pacientes. ¿Cómo sé que lo que me recomienda el médicos no lo hará más rico a él o a alguien de su confianza? ¿Cómo evitar la tentación de los médicos a recomendarnos cosas que no necesitamos?

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