Sobre la compleja relación entre el amor al trabajo y el reclamo de un salario justo


Hace unos años el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía consideró que la violencia de género no era un delito de acción privada[1] sino que podía atentar a la seguridad pública. Y el año pasado, el Senado argentino aprobó una ley que transformaba los abusos sexuales infantiles en delitos de acción pública. ¿Por qué han pasado tantos años para que nos diéramos cuenta que tener un violador en nuestra comunidad nos afecta a todos?
El pasado 8 de marzo, miles de mujeres salieron a la calle para manifestar cosas tan evidentes como que la violencia machista es un problema de todos. Que ganar menos que un hombre no es justo. Que trabajar y no cobrar, es esclavitud. Y todo esto me lleva al terreno de la economía.
Siempre.
Hace poco estuve leyendo el interesante libro ¿Quién le hacía la cena a Adam Smith? De Katrine Marcal. En el que se ponen de manifiesto esos cimientos que sostienen el capitalismo pero que son invisibles: me refiero al trabajo de los cuidados. Según un estudio de 2016 de la Sociedad Española de Geriatría y Gerotología el 88,5% de las  personas que cuidan a los ancianos son mujeres.
 En el mejor de los casos,  somos capaces de delegar pero siempre en mujeres. Las que cuidan a los enfermos, las que limpian, las que enseñan a nuestros hijos ¿Estamos avanzando como sociedad? ¿O es solo una clase media algo pudiente la que puede permitirse tercerizar parte de ese trabajo en otras mujeres?
Hay algo jodido con el tema de los cuidados. Lo haces por amor. Lo haces por lástima. Lo haces por obligación. Lo haces por miles de razones que no son económicas. Y entonces, nos encontramos con que esos cimientos del capitalismo no responden a la lógica económica del dinero.
Cuidamos porque lo hacemos por razones NO económicas.
Y ahí el economista ortodoxo se queda mudo porque no sabe qué decir.
Pero,  ¿cuáles son esas razones No económicas? Quizás, la empatía, la solidaridad, el amor[2]. Históricamente, la mujer ha hecho suyas estas premisas.

La mujer, por medio del cuidado y la empatía, daba sentido al esfuerzo del hombre como mano de obra. Esa era su función económica.(…) Incluso cuando el cuidado de los demás dejó de circunscribirse al ámbito del hogar y se extendió a los hospitales, las guarderías y las residencias, la dicotomía entre el amor y el dinero siguió en pie. Cuidar de los demás era algo que uno hacía porque quería ser buena persona (es decir, una mujer), no porque uno quisiera hacer carrera o ganarse la vida con ello. Muchas de las primeras enfermeras eran monjas que habían hecho voto de pobreza (p.119)

Hace rato que hay toda una corriente económica que aboga por visibilizar estas tareas pero… llevamos años escuchando a catedráticos más o menos progres hablar sobre el asunto (He hablado sobre esta cuestión en Trabajo visible y trabajo invisible: hacia una nueva mirada de la economía feminista) pero el problema es que llegamos a 2019 y la mujer sigue realizando toda una serie de tareas que, nos gusten o no, TIENEN VALOR EN EL MERCADO.
Algunos economistas dicen que si mandaras a tu madre a la residencia de ancianos o contrataras una asistenta para que haga todo lo que ahora hace tu mujer, el PIB se dispararía en muchos países. Elegimos no contabilizarlo pero es eso: una decisión porque hay un pilar invisible del capitalismo que clama por estar en los números. El ingenioso lema de la plataforma Economía feminista es ESO QUE LLAMAN AMOR ES TRABAJO NO PAGO. Hay que decirlo claro y alto.
Que te guste tu trabajo. Que estés motivado. Que lo encuentres maravilloso no significa que lo quieras hacer gratis. He hablado en numerosas ocasiones sobre los pruritos que hay entre los escritores para hablar de dinero. Parece que si te dedicas al arte, no está bien visto querer cobrar por tu trabajo.
Fuente: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Marcha_15M_SantaFe_mujeres_de_la_poderosa.jpg Autor: LauraAlegre26

Señores, lo digo a los gritos si es necesario. Todos tenemos que comer. Todos tenemos que procurarnos un sueldo. Los artistas y los cuidadores. Podemos hacerlo por amor, sí. Pero eso no significa que ese trabajo no tenga valor monetario. Negarlo es de necios. Hay que reclamar por más derechos laborales para todos pero en especial para los sectores más precarios.
Al final, rascando en el asunto del feminismo tengo más claro que nunca lo que decía Barbara Ehrereich en ¿Puede sobrevivir el feminismo a la polarización de clases?  No podemos hacer un cuestionamiento de género serio y profundo sin cuestionar el sistema económico y laboral. Son cosas que van de la mano. El movimiento de liberación de la mujer ha beneficiado, sobre todo, a aquellas mujeres que han podido tercerizar las labores del hogar en otras mujeres. En ese sentido, nada ha cambiado.
Ehrenreich lo dice mucho más claro y mejor que yo:

Fueron las mujeres educadas de clase media las que usaron con más éxito la ideología y solidaridad feministas para progresar profesionalmente. (…)No obstante, no ha habido ganancias comparables para las jóvenes que no se pueden permitir estudios universitarios, y muchas de estas mujeres continúan trabajando en los mismos trabajos mal pagados que han sido "trabajo de mujeres" durante décadas. Al final, resulta que el feminismo ha tenido muy poco impacto en el status o salario de las ocupaciones tradicionalmente femeninas como secretarias, dependientas, enfermeras o trabajos en cadenas de montaje ligeras. Mientras las mujeres de clase media ganaban másters, las mujeres trabajadoras ganaban el derecho a que no las llamaran "cariño", y no mucho más que eso.

Por último, he hablado mucho sobre privacidad y la esfera íntima.  Antes la privacidad era aquel espacio en el que podíamos excluir al que no conocemos. Hoy en día, las nuevas tecnologías han hecho que sea difícil cerrar la puerta de entrada a nuestra vida al extraño.
O, mejor dicho, las nuevas tecnologías han facilitado que otros puedan abrirla. Y lamentablemente,  este asunto de las puertas y la facilidad con la que se abren y se cierran, me lleva otra vez al mercado. Estamos transformando nuestra vida en una mercancía que se compra o se vende. O lo hacemos nosotros o dejamos que lo hagan las empresas.
Como planteábamos en Feminismo, justicia social y libertad de expresión, todo lo que sucede en la familia, es político. Ya tenemos claro que es de interés público lo que sucede allí dentro. Supongo que es un equilibrio inestable, peligroso, difícil de discernir. Aquel en el que debemos dejar al Estado entrar para que legisle pero al mismo tiempo debemos resguardar ese espacio de intimidad.
¿Cómo hacemos como ciudadanos para dejar entrar al Estado sin que se nos cuele, fullero y sigiloso, el mercado?
Solo Dios sabe.


[1] Fue a raíz de la denegación del permiso de residencia a un extranjero que había sido condenado dos veces por delitos de malos tratos a sus parejas. Más información en El país.
[2] Tal como relaté en Una historia de monos, hay primatólogos que se han dedicado a estudiar por qué cooperamos y por qué no somos violentos por naturaleza. Los economistas no se hacen eco de estos estudios pero cualquier persona inquiera sabe que la economía no responde a todas las preguntas de la naturaleza. No la culpa. El problema es que lo pretenda.

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