Hace unos años el Tribunal
Superior de Justicia de Andalucía consideró que la violencia de género
no
era un delito de acción privada
sino que podía atentar a la seguridad pública. Y el año pasado, el
Senado
argentino aprobó una ley que transformaba los abusos sexuales infantiles en
delitos de acción pública. ¿Por qué han pasado tantos años para que nos diéramos
cuenta que tener un violador en nuestra comunidad nos afecta a todos?
El pasado 8 de marzo, miles de
mujeres salieron a la calle para manifestar cosas tan evidentes como que la
violencia machista es un problema de todos. Que ganar menos que un hombre no es
justo. Que trabajar y no cobrar, es esclavitud. Y todo esto me lleva al terreno
de la economía.
Siempre.
En el mejor de los casos, somos capaces de delegar pero siempre en
mujeres. Las que cuidan a los enfermos, las que limpian, las que enseñan a
nuestros hijos ¿Estamos avanzando como sociedad? ¿O es solo una clase media
algo pudiente la que puede permitirse tercerizar parte de ese trabajo en otras
mujeres?
Hay algo jodido con el tema de
los cuidados. Lo haces por amor. Lo haces por lástima. Lo haces por obligación.
Lo haces por miles de razones que no son económicas. Y entonces, nos
encontramos con que esos cimientos del capitalismo no responden a la lógica económica
del dinero.
Cuidamos porque lo hacemos por
razones NO económicas.
Y ahí el economista ortodoxo se
queda mudo porque no sabe qué decir.
Pero,
¿cuáles son esas razones No económicas? Quizás,
la empatía, la solidaridad, el amor
.
Históricamente, la mujer ha hecho suyas estas premisas.
La mujer, por medio del cuidado y la empatía, daba sentido al
esfuerzo del hombre como mano de obra. Esa era su función económica.(…) Incluso cuando el cuidado de los demás dejó de
circunscribirse al ámbito del hogar y se extendió a los hospitales, las guarderías
y las residencias, la dicotomía entre el amor y el dinero siguió en pie. Cuidar
de los demás era algo que uno hacía porque quería ser buena persona (es decir,
una mujer), no porque uno quisiera hacer carrera o ganarse la vida con ello. Muchas
de las primeras enfermeras eran monjas que habían hecho voto de pobreza (p.119)
Hace rato que hay toda una
corriente económica que aboga por visibilizar estas tareas pero… llevamos años
escuchando a catedráticos más o menos progres hablar sobre el asunto (He
hablado sobre esta cuestión en
Trabajo
visible y trabajo invisible: hacia una nueva mirada de la economía feminista)
pero el problema es que llegamos a 2019 y la mujer sigue realizando toda una
serie de tareas que, nos gusten o no, TIENEN VALOR EN EL MERCADO.
Algunos economistas dicen que si
mandaras a tu madre a la residencia de ancianos o contrataras una asistenta para que haga todo lo que ahora hace tu mujer, el
PIB se dispararía en muchos países. Elegimos no contabilizarlo pero es eso: una
decisión porque hay un pilar invisible del capitalismo que clama por estar en
los números. El ingenioso lema de la plataforma
Economía
feminista es
ESO QUE
LLAMAN AMOR ES TRABAJO NO PAGO. Hay que decirlo claro y alto.
Que te guste tu trabajo. Que estés
motivado. Que lo encuentres maravilloso no significa que lo quieras hacer
gratis. He hablado en numerosas ocasiones sobre los pruritos que hay entre los
escritores para hablar de dinero. Parece que si te dedicas al arte, no está
bien visto querer cobrar por tu trabajo.
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Fuente: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Marcha_15M_SantaFe_mujeres_de_la_poderosa.jpg Autor: LauraAlegre26 |
Señores, lo digo a los gritos si es necesario. Todos
tenemos que comer. Todos tenemos que procurarnos un sueldo. Los artistas y los
cuidadores. Podemos hacerlo por amor, sí. Pero eso no significa que ese trabajo
no tenga valor monetario. Negarlo es de necios. Hay que reclamar por más
derechos laborales para todos pero en especial para los sectores más precarios.
Al final, rascando en el asunto
del feminismo tengo más claro que nunca lo que decía Barbara Ehrereich en
¿Puede
sobrevivir el feminismo a la polarización de clases? No podemos hacer
un cuestionamiento de género serio y profundo sin cuestionar el sistema económico
y laboral. Son cosas que van de la mano. El movimiento de liberación de la
mujer ha beneficiado, sobre todo, a aquellas mujeres que han podido tercerizar las
labores del hogar en otras mujeres. En ese sentido, nada ha cambiado.
Ehrenreich lo dice mucho más
claro y mejor que yo:
Fueron las mujeres educadas de clase media las que usaron con
más éxito la ideología y solidaridad feministas para progresar
profesionalmente. (…)No obstante, no ha habido ganancias comparables para las
jóvenes que no se pueden permitir estudios universitarios, y muchas de estas
mujeres continúan trabajando en los mismos trabajos mal pagados que han sido
"trabajo de mujeres" durante décadas. Al final, resulta que el
feminismo ha tenido muy poco impacto en el status o salario de las ocupaciones
tradicionalmente femeninas como secretarias, dependientas, enfermeras o
trabajos en cadenas de montaje ligeras. Mientras las mujeres de clase media
ganaban másters, las mujeres trabajadoras ganaban el derecho a que no las
llamaran "cariño", y no mucho más que eso.
Por último, he hablado mucho sobre
privacidad y
la esfera íntima.
Antes la privacidad
era aquel espacio en el que podíamos excluir al que no conocemos. Hoy en día,
las nuevas tecnologías han hecho que sea difícil cerrar la puerta de entrada a
nuestra vida al extraño.
O, mejor dicho, las nuevas
tecnologías han facilitado que otros puedan abrirla. Y lamentablemente, este asunto de las puertas y la facilidad con
la que se abren y se cierran, me lleva otra vez al mercado. Estamos transformando
nuestra vida en una mercancía que se compra o se vende. O lo hacemos nosotros o
dejamos que lo hagan las empresas.
Como planteábamos en
Feminismo,
justicia social y libertad de expresión, todo lo que sucede en la
familia, es político. Ya tenemos claro que es de interés público lo que sucede
allí dentro. Supongo que es un equilibrio inestable, peligroso, difícil de
discernir. Aquel en el que debemos dejar al Estado entrar para que legisle pero
al mismo tiempo debemos resguardar ese espacio de intimidad.
¿Cómo hacemos como ciudadanos
para dejar entrar al Estado sin que se nos cuele, fullero y sigiloso, el
mercado?
Solo Dios sabe.
Etiquetas: Barbara Ehrenreich, cooperación, economía feminista, empatía, feminismo, Katrine Marcal